Final | El misterio de la laguna

13 0 0
                                    

Agotado por el torbellino de emociones que tuve en el día me dirigí a mi habitación. Me permití soltar unas cuantas lágrimas, una vez que me tiré en la cama, porque me dolía haber echado a perder esta oportunidad, pero estaba seguro de que el señor MacQuoid tenía algo que ver con la muerte de mi abuelo, y es algo que no podía quedar impune. Mi abuelo lo valía todo.

De pronto, mi celular comenzó a sonar. Se trataba de una llamada por parte de Zoé. Dudé un poco en si contestar o no porque no me sentía con ánimos de nada, no obstante, Zoé nunca llamaba, Zoé no hablaba demasiado, así que debía ser algo realmente importante.

—¿Hola?

—La maté, Noah— dijo entre sollozos —Maté a mi madre.

—¿Qué? Pero, ¿cómo?...¿Zoé, estás bien? — Pero ¿qué preguntas hago? Por su puesto que no estaba bien, ¿quién en su sano juicio estaría bien después de matar a su madre? — ¿Dónde estás?

—En la laguna, pero no tiene caso...— su respiración se escuchaba bastante brusca, como si le costara respirar —no merezco estar aquí.

—Tranquila, Zoé. Iré por ti y...

—Ya es demasiado tarde...Noah— sentenció y colgó. Una ola de desesperación me invadió. Tenía que ir con Zoé lo más pronto posible. Abrí la puerta de mi habitación. Se escuchaba la voz de mi madre proveniente de la bañera, quien le cantaba a Gus para que se dejara bañar. Menos mal, era mi oportunidad para escaparme. Aunque había ruido en la sala porque mi padre la veía, no me preocupaba tanto porque siempre se quedaba dormido. Bajé las escaleras con cautela, abrí la puerta y:

—Lo siento, padre— susurré mientras encendía el auto.

Comencé a manejar sin una idea concreta de lo que debía hacer. ¿Llamar a la policía?...No, mala idea, se llevarían a Zoé sin averiguar lo que pasó.

Aunque yo tampoco sabía qué es lo que realmente había pasado, estaba seguro de que Zoé no era una asesina. Al menos no a propósito. Creo que lo primordial era encontrar a Zoé y averiguar cada detalle de los hechos.

Cuando llegué a la laguna tuve que bajarme del auto para buscar a Zoé de mejor manera, y dejar las luces encendidas porque la noche era oscura y densa.

Caminé un poco con la linterna de mi móvil encendida, gritando el nombre de Zoé, pero no recibía respuesta alguna, fue hasta que llegué a un tanque, que vislumbré un bulto a su lado.

Me acerqué un poco más deprisa, rogando un poco porque fuera ella porque la angustia de no encontrarla me estaba carcomiendo, y otra parte de mi deseaba que no fuera ella puesto que verla allí no pintaba nada bien. Lamentablemente, si era Zoé quien yacía en el suelo. Su piel siempre ha sido pálida, pero sus labios siempre habían sido de un color rosado, no obstante esta vez habían perdido por completo ese tono, e incluso, apenas podía abrir los ojos y tiritaba de frío.

Me quité de inmediato mi chaqueta para abrigarla.

—No, no, no— expresaba con una voz demasiado débil, que apenas y podía entender lo que murmuraba. —No...merezco vivir— sentenció, y una lágrima corrió por su sien.

—Por favor, no digas eso. — un nudo en mi garganta comenzó a formarse — Yo no podría vivir sin ti, Zoé— le susurré, y dicho eso la tomé entre mis brazos y me dirigí deprisa al auto, rezando a Dios el no tropezar. Cuando llegamos al auto, abrí como pude la puerta del copiloto, y justo cuando iba a ponerle el cinturón de seguridad, me percaté de que mis brazos estaban manchados de sangre.

—¡Santo cielo, Zoé! ¿Pero qué has hecho?

Zoé había cortado sus muñecas, así que debía detener la hemorragia para que no continuara perdiendo sangre, menos mal que guardaba una navaja en la guantera. Rasgué unos trozos de su playera para atarlas a sus muñecas. Una vez que terminé, le coloqué el cinturón de seguridad, coloqué el seguro de la puerta y la cerré. Rodeé a toda prisa el auto, por el lado frontal, y cuando estuve a punto de encender el auto y ponerlo en marcha un escalofrío recorrió mi espina dorsal hasta ponerme los bellos de punta. Zoé no estaba. ¡Oh, por Dios! Zoé no pudo haber desaparecido por arte de magia ¡Ella estaba allí hace unos segundos! Era imposible.

Mirada de Dragón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora