18 | Mirada de dragón

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Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida,

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Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida,

la muerte canta noche y día su canción sin fin.

—Rabindranath Tagore

Zoé

Mis oídos zumbaban, mientras que mis pulmones atrapaban todo el aire que podían de una manera tosca, después de haber sentido que alguien de la nada me impidió respirar, ello hacía que me fuera imposible levantarme de allí para huir. Divisé cómo Noah trató de atacar al desconocido, no obstante, este último se libró como si se tratara de un papel y lo dejó dolorido en el suelo, incapaz de si quiera levantarse.

El desconocido se hincó a mi costado izquierdo, a la altura de mi estómago. La luz se contraponía sobre su cabeza, impidiéndome distinguir su rostro.

—Todos ustedes son unos tontos. — siseó. Posteriormente, pasó sus manos sobre mi cuerpo sin tocarme, este inmediatamente comenzó a doler, que no pude evitar soltar un grito. No tenía ni la menor idea de lo que ese sujeto estaba haciendo, era como si miles de agujas se enterraran en todo mi cuerpo de una forma brusca, introduciéndose cada vez más y más, hasta llegar a mis huesos.

Quise decirle que parara, pero me fue imposible, pues ya no era yo quien controlaba mi cuerpo, si no el inmenso dolor que comenzaba a provocar contracciones en mis músculos.

La luz de las lámparas se hacía cada vez más clara y cegadora, y al mismo tiempo sentía la oscuridad desbordarse sobre mí. ¿Qué era la luz? ¿Qué era la oscuridad? Todo a mi alrededor se distorsionaba perdiendo el sentido grano por grano, como cuando el viento se lleva un puñado de polvo. Los gritos de Noah se habían convertido en un eco que no lograba entender.

Me cansé de ir contra el dolor en mi patética lucha por sobrevivir, hasta que el desconocido cruzó sus ojos con los míos. Allí estaba otra vez esa peculiar mirada de dragón, como el día en que asesinaron al señor Vaughn. La única diferencia era que sus ojos eran de un tono morado. En ese momento la rabia me consumió al recordar cómo me arrebataron al ser que más amaba en la vida.

Ya no me quedaba ni la menor duda de que había sido uno de esos estúpidos demonios, un hijo de Drakon y Raella, ¿qué rayos se creían? ¿Qué podían ir por allí arrebatándole la vida a quien se les diera su regalada gana? ¡No! Ellos se merecían una mínima probada de su propio chocolate.

Apreté mis puños y entonces él salió volando.

Me armé de valor obligándome a pararme de allí para alcanzar a Noah y poder marcharnos, no obstante, el desconocido jaló mi pierna y lanzó a Noah contra la valla metálica sin si quiera tocarlo. Sus ojos comenzaron a brillar en la oscuridad como los de un gato, trayendo consigo el incesante dolor. Tal vez ese era el momento de mi fin. Había venido a por mí, así que deseaba con todo mi corazón que dejara en paz a Noah.

Mirada de Dragón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora