20 | Error es igual a humano

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Noah

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Noah

Pasé mis manos por mi cabeza en un acto de desesperación, para después tumbarme en la cama, sin embargo, no importaba lo que hiciese, pues el cansancio que me provocaba la culpa no desaparecía ni por un milisegundo.

Nunca pensé que romperse a uno mismo doliera más que cuando un tercero lo hace.

Quería llorar, arrancarme la cara, y si pudiera, poder tirar mi alma al cesto de basura para después comprar una nueva que se equivocara lo menos posible, que dejara las cosas materiales y que en lugar de preocuparse del futuro agradeciera todo lo que hoy tenía, pero por su puesto, eso era imposible, no podía apagar mi mente, ni podía reiniciarla para cambiar mi mentalidad de un momento a otro, mucho menos podía viajar en el tiempo para borrar lo que había hecho.

¡Santo cielo! No sé qué rayos estaba pensando. Causar la muerte a alguien es un acto atroz y desalmado, nadie tiene el derecho de decidir sobre la vida de alguien más. «Y, aun así, mi abuelo había sido asesinado.» pensé.

El torbellino dentro de mi mente era tan angustiante y agotador que comenzaba a dolerme la cabeza. Inhalé y exhalé con lentitud para tranquilizarme un poco, no obstante, cada respiración se sentía asfixiante.

El sube y baja de mi pecho comenzó a acelerarse, hasta que llegó un punto en donde ya no pude ser capaz de controlarlo. Una oleada de miedo me invadió por completo, me quedé sin habla cuando me imaginé siendo asfixiado por mí mismo, como lo hice con el profesor Mitchell, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos cuando el terror se hizo presente. En ese instante solo podía pensar en que no quería morir, así que no me quedaba de otra más que esforzarme por mantener la respiración.

Me senté en la cama, aún con las lágrimas escurriendo por mis mejillas, le ordené a mis pulmones seguir respirando, pero, a decir verdad, el momento de la tranquilidad se veía muy lejano. De pronto, mi tía Opal abrió la puerta de mi habitación. Vislumbré un asombro, entremezclado con terror, pasarse por sus ojos al ver el estado en el que me encontraba.

—¡¿Noah?!...Noah, ¿qué tienes? ¿qué te pasa? — me cuestionó en tono desesperado, pero al ver que la escasez de aire en mis pulmones no me permitía emitir palabra alguna, salió corriendo hacia el pasillo, envuelta en pánico.

—¡GERAAALT! ¡¿DÓNDE CARAJOS ESTÁS?! DATE PRISA, NOAH ESTÁ MAL.

Me sentía en la escena de una película de terror pues, a decir verdad, en ese preciso momento mi cerebro no lograba distinguir la realidad de lo onírico.

Unos segundos después, mi padre entró corriendo a mi habitación, por delante de la tía Opal, igual de asustado como lo estaba ella.

Tomó mi mentón y me obligó a mirarle a los ojos.

—Por favor, Noah, necesito que te tranquilices. — me dijo, tratando de calmarme, entonces yo me aferré a sus brazos, quizás en un intento de aferrarme a la realidad. —Inhala hondo— me indicó haciendo él mismo lo que decía — y después exhala lentamente ¡Anda! — ambos soltamos el aire de nuestros pulmones al ritmo que marcaban sus dedos.

Mirada de Dragón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora