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Noah

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Noah

Mis dedos bailaban en las cuerdas de la guitarra al igual que los de Zoé en el piano. Vislumbré sus ojos cerrados cuando la miré de reojo.

Era impresionante la magia que contenía cada canción, como si se tratase de un hilo que sale del corazón para tejer un manto sobre todos aquellos que la escuchaban pues, aunque la percibimos a través del oído, existen muchas ocasiones en que la puedes sentir en la piel; acariciando lentamente cada uno de nuestros poros.

En este caso, ese pequeño hilo nos conectaba a Zoé, al piano, a la guitarra y a mí, como si en conjunto fuéramos un solo cuerpo. Creía profundamente que se trataba de la conexión más placentera y pura puesto que la música representaba para mí una muestra de lo que llevamos en las almas, además de ser una herramienta sutil y al mismo tiempo muy potente; con ella podías llorar, bailar, amar, e incluso alzar la voz para ser escuchado, es por eso que, para mí, la música representaba a la vida misma. Definitivamente me quería dedicar a esto toda mi vida, no obstante, en ese momento reparé en una pregunta «¿Qué estaba haciendo para convertirme en aquello que tanto anhelaba?» Por supuesto, la respuesta no me gustó para nada porque, he estado demasiado ocupado pensando en lo que no soy y en lo que paso con mi abuelo, pero tal vez era momento de soltar el pasado, por mi propio bien. Por más que pensara en que las cosas no fueron justas, no podía cambiarlo, pero sí podía interferir y moldear lo que sucede de ahora en adelante, lo que está en mis manos claro.

Por otra parte, es muy probable que mi padre se ponga furioso ante mis decisiones, pero ahora creo que preocuparme por eso es solo un desgaste de energía, ¿qué más daba? Se trataba de mi vida, soy yo el único dueño, nadie más. Siempre dice que es un lujo que no nos podemos dar porque el dinero no es suficiente, pero sé que lo hace porque piensa que me convertiré en un hippie, y que tal vez me vea pidiendo limosna en las calles, o que tal vez me convierta en un drogadicto o algo por el estilo, y acabe suicidándome como Kurt Cobain, sin embargo, la pregunta que hacía eco en mi cabeza me susurraba que debía buscar una manera de demostrarle que tenía futuro en esta industria. Será difícil, lo sé, pero no quiero llegar a los sesenta años y arrepentirme por no haber luchado por mi mayor sueño, así que al menos debía intentarlo. Además, estaba más que seguro de que mi madre y la tía Opal me apoyarían siempre.

Cuando terminamos la canción, las personas del lugar nos aplaudieron, ello significaba mucho para mí, no por el hecho de sentirme importante, sino porque significaba que habíamos logrado tocar sus almas y corazones, porque la música es arte, y si no hace sentir nada a nadie entonces algo estás haciendo mal.

Zoé y yo nos observamos, ella estaba sonriendo. Tenía una sonrisa realmente linda. No sonreía muy a menudo, así que debió haberse sentido igual de feliz que yo al estar allí, así que le sonreí de regreso. Posteriormente, bajamos del escenario para ir a nuestra mesa, en donde Mike ya nos estaba esperando.

Nos invitó a sentarnos, el tomó un asiento también. Tenía los ojos llorosos de un color rojo.

—Discúlpenme, su canción me ha puesto sensible y han salido las lágrimas de cocodrilo. —dio colocando sus codos sobre la mesa para después limpiar sus ojos con un pañuelo que llevaba en el bolsillo de su saco. — Recordé a mi hermana mayor, o bueno, sería más grande que yo si no hubiera muerto. Le encantaba trepar árboles y un día resbaló de una rama. —Explicó, para luego decir de forma desconsolada: — Ojalá hubiera podido evitarlo.

Mirada de Dragón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora