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Hua Cheng, un rey demonio que gobernaba en la obscuridad de las sectas.

Ha pasado tanto tiempo desde que, Xie Lian decidió subir a los cielos y dejar aquel mundo terrenal

Hua Cheng ha estado viendo los cambios que surgen a lo largo de su vida. Ya han sido 2 siglos desde que el amor de su vida se fue.

La melancolía le ha golpeado a gran magnitud, pero no se ha dejado caer, el poder que tiene no lo dejará por nada en el mundo.

San Lang, sabes que es una gran oportunidad para mí, ¿Verdad?como olvidar aquella dulce sonrisa.

Él asiente ante las palabras de aquel ex-príncipe, pero su corazón se rompe.

Xie Lian prometió que, estarían juntos en el mundo terrenal entre los humanos, pero a dónde se fue aquella promesa que le dijo.

— Gracias, San Lang — sonríe por última vez y se va, con aquella persona que en algún momento quiso hacerlo a su imagen.

Su rostro se tornó serio, sus mejillas tomaron un color rojizo y se ocultó en las sombras.

Regreso a la ciudad fantasma con el rabo entre las patas, los ciudadanos de aquel lugar veían la miserable imagen que trae su líder, pero no se atrevieron a preguntar nada referente a ello.

Hua Chen lleva su mano a su frente apoyándose en ella, los recuerdos aún golpean fuertemente su mente. Siempre ha sido un joven de expresiones duras y carácter imponente nunca creyó que, caería tan bajo.

El pasar de aquellos 200 años le han cargado más tristeza y preocupación en su corazón, más que nada porque al pasar el tiempo los dioses marciales o cualquier otro dios se ha ido olvidando con el paso del tiempo.

Las lágrimas salían desde su lagrimal y le recorrían la mejilla para terminar en la barbilla y caer de golpe al piso.

Una imagen bastante patética, según lo que pensaba el rey fantasmal.

Su único ojo se ha puesto bastante rojo, el hueco vacío del ojo faltante solo suelta lágrimas de sangre.

Día tras día recuerda aquella despedida, pero aún le duele como si fuera reciente.

De que le servía, de que le haya ayudado en todo, en protegerlo en el simple hecho de amarlo con locura a tal grado de entregarle sus cenizas en aquel anillo. El anillo, aquel aro que es utilizado en joyería para las damas le fue entregado.

Un enojo lo consumió, tomo a E-ming y salió como alma que lleva el diablo, aquella comparación es bastante ridícula, pero es así cómo se siente en estos momentos.

El ojo en aquel sable curvado sentía las emociones de su portador y, aunque siendo solo un arma mortal podría entenderlo perfectamente, aquellas emociones fuertes y agresivas fueron combinados una tras otra.

Se sentía triste, enojado, ansioso, agobiado, disgustado y más que nada solo; una soledad tan profunda que le carcomía su piel hasta taladrarle los huesos. La ansiedad se apodera de él, E-Ming comienza a mover su globo ocular con desesperación, aquellas emociones están más y más expuestas.

Corrió, corrió hasta un lugar bastante lejano dejando atrás aquella ciudad que, de alguna manera le recordaba a él, recuerdos que le duelen a su alma y si tuviera un corazón este dolería aún más.

Los árboles de aquel lugar eran bastante frondosos y altos, con la ira a flor de piel comienza a ordenar su sable, utilizando el viento para cortar aquellos en cuestión de segundos. Los golpes eran certeros, filosos y emitidos con furia.

Hojas de árboles caen, troncos y más troncos son cortados; aquel bosque está desapareciendo debido a la furia con la que desata sus golpes.

El beneficio de que aquel lugar está completamente vacío es que, no habrá nadie que lo detenga o si daña a alguien así que, es un poco de consuelo a su perturbada mente.

Su rostro aún bañado en rastros de lágrimas y aquellas gotas de sangre que escurría de su cuenca a falta de un globo ocular, sus manos viajan automáticamente a su rostro restregándose aquellos rastros de gotas de sal mezclados con aquel líquido carmesí formando en su cara una especie de masa que cubre en totalidad su cara, su cabello por el esfuerzo y el trabajo de golpear aquellos árboles se soltó.

Cayendo de rodillas al suelo, alza su rostro al cielo completamente negro por las nubes tan cargadas de agua, un grito bastante aterrador sale de su garganta, lastimando y desgarrando a su paso sus cuerdas vocales y, por si fuera poco comenzó a llover.

Los relámpagos alumbraban aquel hombre con túnicas ahora manchadas de barro, el cabello suelto gritando al cielo furioso por su soledad.

Gritos y más gritos, lágrimas tras lágrimas corrían por sus pálidas mejillas junto a la sangre de su cuenca vacía.

Así de vacío se sentía en estos instantes, un vacío tan profundo que le hacía querer deshacerse de sus propias cenizas.

Después de gritar un buen rato y de haber cansado su garganta y haber puesto ronca su voz cae desplomado al piso manchado de barro su rostro y sus túnicas rojas carmesí.

Cae cansado y se deja llevar por la inconsciencia mientras un agua torrencial lo bañaba completamente.

Hasta que al final cerró sus ojos viendo la oscuridad que lo cobra bajo esa oscura y lluviosa noche.

Comentarios Bienvenidos

Lo prometido es deuda personitas.
Eh aquí una historia HuaWei espero les agrade.

El llanto de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora