Capítulo 1

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Revali tensó el arco.

Sus alas lo impulsaban por las corrientes violentas de Hebra. Nevaba, el mundo era blanco y confuso, pero Revali estaba determinado a no perder de vista al monstruo escamoso, a aquella fiera de fauces filosas y ojos brillosos.

Una flecha, una flecha bastaría para darle fin a los terrores del engendro.

"Más rápido," pensó, batiendo las alas. Su cuerpo pulsaba con adrenalina y su respiración pesada se mezclaba con el aire frío.

La gloria de volver con las plumas bañadas de sangre sería suya.

Revali apuntó la flecha a la nuca de la criatura y la soltó. "Lo maté" pensó, orgullo inflando su pecho. Pero no, escurridizo como una sombra, el dragón había escapado del tiro mortal. Así era siempre. La criatura se burlaba de él: esperaba que lanzara una flecha y la esquivaba al último instante. Revali gruñó, frustrado. Lanzó flecha tras flecha, las cuales se clavaron en los troncos de los árboles y se hundieron en la nieve, pero ninguna en la carne del monstruo.

– ¡Te mataré!  – exclamó Revali. Estaba seguro que el ser deleznable no entendería sus palabras, pero no le importaba. Era una promesa, una promesa hacia su tribu y hacia sí mismo. El dragón no necesitaba entenderle: lo haría una vez que muriese.

Revali batió las alas, luchando contra las punzadas dolorosas de su cuerpo. El monstruo era demasiado rápido. A pesar de que Revali era veloz como el viento, no era suficiente. Las ramas secas, cubiertas de nieve, azotaban sus alas exponiendo parches de piel desplumada al viento gélido. El ardor se extendió por su cuerpo, abrasador. Revali suprimió un grito.

Aterrizó y, con el arco en mano, se obligó a avanzar.

Había tomado días encontrar al dragón. Si volvía a la aldea con las manos vacías entonces... No, Revali no podía pensar en eso. Las distracciones lo llevarían al fracaso. Decía concentrarse en su objetivo y solo en su objetivo.

Los orni no eran veloces en tierra. Sus piernas eran cortas y delgadas, ineptas para recorrer distancias largas. Aun así, Revali hundió las garras en el suelo. Mientras no perdiera de vista al dragón había esperanza, e incluso si perdía su rastro, continuaría buscándolo.

Marañas de ramas torcidas le obstruían el paso. El hielo las había afilado, cortaban como dagas frías. Aullidos, distantes y elongados, llegaron a sus oídos desde las entrañas de la tundra. El sonido se propagó, y pronto eran varias las voces lobunas que resonaban en el bosque.

Revali apretó el paso. No le importaban esas bestias estúpidas. En caso de ser necesario, una flecha bastaría para acallar sus aullidos.

Llegó a un claro. Un lago oscuro e insondable estaba cubierto por una capa de hielo, desprendiendo un vapor inhóspito. Una montaña se erguía a la distancia, nubes envolviendo su cumbre.

En el borde del lago estaba el dragón, silencioso y quieto. Era una pieza de ámbar que lo miraba con ojos invernales. Sin saber porqué, Revali tembló.

Verloren (Revalink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora