Capítulo 9

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Rose

Me moría de frío y el castañeo incontrolable de mis dientes era muestra de ello. Un temporal se aproximaba a gran velocidad, las corrientes de aire helado nos golpeaban por todas partes, una espesa niebla se había situado a nuestro alrededor y el cielo se ennegrecía extinguiendo de a poco la luz del sol que aún quedaba.

Apreté la mandíbula en un intento por controlar el tiriteo, dirigiendo la mirada hacia la cabaña. No voy a mentir, aquello parecía la choza de la bruja de Blair.

De madera y chimenea de piedra, con el típico techo triangular. Aparentaba ser pequeña para ser de dos pisos y tenía las ventanas totalmente mohosas. Estaba muy descuidada y definitivamente desentonaba en aquel lugar. Aunque agradecía al universo que los casi dos metros de ruso hayan sido capaz de encontrarla entre la maleza y los enormes pinos cargados de nieve que se encargaban de ocultarla.

Sentí que Dimitri aplicaba más peso a mis hombros, venía apoyándose en mí mientras avanzábamos para resguardarnos. Lo evalué rápidamente, no se veía bien.

Se movía con algo de rigidez, tenía el rostro un tanto pálido y los labios resecos. Mismos que sin querer me quedé admirando más de la cuenta. Me estremecí al recordar el beso que compartimos. Regañándome mental e inmediatamente después, ya que no era momento de pensar en "impulsos".

– ¿No deberíamos preguntarnos qué hace una cabaña en medio de la nada? – Cuestioné a unos cuantos pasos de alcanzar el pórtico.

Él reprimió su sonrisa o quizás hizo una mueca – Seguramente pertenece a algún guardabosque.

– ¿Crees que haya alguien adentro? – Musité sintiéndome aprensiva por alguna extraña razón.

– Parece abandonada – Advertimos lo gastado y maltrecho de los escalones, habría que subirlos de uno en uno – Y para el frío que hace la chimenea debería estar humeando – Apuntó.

– Es verdad – Delicadamente se alejó de mí para ir a probar la estabilidad de la baranda, sacudiéndola con firmeza antes de comenzar a subir. Una vez arriba me tendió la mano, gesto que no dudé en aceptar. Dejamos las mochilas en el suelo, descubriendo que la puerta no estaba atrancada – Está entreabierta.

– ¿Por qué sigues susurrando? – Inquirió divertido, demostrando que al menos su humor permanecía intacto. Lo que me dio cierta tranquilidad, pues tal vez su desmejorada condición solo se debía al susto que pasamos creyendo que caería al agua congelada.

Me encogí de hombros – No lo sé – Subí una octava más el tono de mi voz.

Se aproximó a la entrada y llamó – Zdravstvuyte! – Sin esperar respuesta me acerqué a la ventana, pero estaba tan opaca que era imposible distinguir nada – Yest' kto doma?

– No veo una mierda ¡Digo que entremos ya! – Asintió empujando la puerta que chirriante se negaba a abrir – ¿Qué es esto? – Exclamé al toparnos con una especie de recibidor cerrado que tenía estantes con una cantidad escandalosa de cacharros y herramientas. Al fondo se encontraba la doble puerta que daba al interior de la cabaña.

Dimitri levantó el brazo y de encima de mi cabeza descolgó una especie de garfio – Parece herramienta propia de un cazador.

– Pero... – Tragué – ¿Que ésta no es un área protegida?

– Creo que esto podría ser clandestino – Habló con seriedad, dejando la ganzúa fuera de alcance.

Maldije, no salía de un problema cuando posiblemente ya estaba metida en otro – ¡Genial, solo mi suerte! – Dimitri empezó a remover algunas cosas y yo seguí su ejemplo. Entonces atisbé algo en el rincón, aparté una pesada bolsa de lona y descubrí un par de cañas de pescar. Iba a decírselo al ruso cuando otro objeto saltó a mi vista – ¡Una radio! – Solté llamando su atención. Tenía polvo, pero no parecía antigua ni mucho menos inservible. Emocionada y bajo su escrutinio saqué la antena y oprimí el botón de encendido... ... no ocurrió nada – ¡Pfft, no sirve! – Protesté decepcionada, presionando repetidas veces el interruptor.

Más allá de la MontañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora