Capítulo 1

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Dimitri


– El hangar está dispuesto... sé que no deseas darle más protagonismo al asunto – Tomé la percha con mi uniforme y salí del auto – Todo está bajo estricto orden de control. Estoy al tanto de quién entra, sale y a qué horas – Atravesé la calle y abrí la verja – Spiridon se encuentra ahí en este momento... ... Sí, ya sé que no confías en nadie más – Suspiré deteniéndome a mitad del camino de piedra – No te preocupes me haré cargo... hasta más tarde.

Guardé el móvil y elevé la vista hacia la casa. Hoy desperté con un sentimiento bastante extraño, tanto que no sabía cómo describirlo o qué hacer con él y que me trajo hasta aquí. Nunca había sentido la necesidad de venir antes de partir hacia algún lugar.

Será que necesito descansar más, negué con la cabeza y retomé mi andar. Apenas llegué al pórtico cuando la puerta se abrió estrepitosamente.

– ¡Tío Dimka!, ¡tío Dimka! – Paul y Zoya se arrojaron a mis piernas.

– ¡Niños, no corran!

Mi madre salió detrás, acercándose para quitarme el uniforme de las manos cuando me vio poniéndome en cuclillas frente a ellos. Le di una mirada cómplice antes de fijarla en mis sobrinos, cambiándola por una muy seria que los hizo retroceder y observarme expectantes.

– ¡Vengan aquí! – En cuanto abrí los brazos ambos se colgaron a mi cuello, envolviéndome en un fuerte y cálido abrazo.

– ¿Tío Dimka, esta vez me llevarás contigo verdad? – Comenzó Paul.

– ¡Yo tamién quielo ir! – Zoya hizo un puchero.

Me levanté aún con ellos en brazos y continué hacia la entrada – ¿También tú?

La pequeña asintió con gran entusiasmo mientras señalaba al cielo – Quielo ver nubes de godón.

– ¡Las nubes no son de algodón! – Respondió su hermano.

– ¡Sí lo son! Dile, tío Dimka.

Miré nuevamente a mi madre que observaba divertida – Bueno, la verdad es que... ... ¿Quién quiere pan negro?

­– ¡Yoo! – Corearon.

Los puse de nuevo en el piso – Pues vayan a la cocina, antes tengo que ir con el abuelo – Obedientes se echaron a correr. Me giré y saludé a mi madre con un beso en la frente.

– Está en su despacho – Dijo – Llevaré el uniforme a tu antigua habitación, allí podrás arreglarte tranquilamente – Comencé a dirigirme al pasillo – Y Dimka... – Me volví hacia ella – También quiero hablar contigo antes de que te vayas.

Asentí – Guárdame un trozo de pan.

*

Llamé a la puerta y esperé.

– Adelante...

– ¿Puedo pasar, General ?

Me quedé en el marco, observando al hombre que me engendró, estaba detrás de su escritorio leyendo algunos papeles mientras bebía de su café.

– Dimitri, ¿cuándo dejarás de llamarme por mi rango? – Me señaló el sofá frente a él invitándome a pasar – Estamos en casa, dime papá o Randall si lo prefieres.

Tomé asiento – Fueron muchos años de esfuerzo por merecer ese título – Y de ausencias, pensé – Como para que no desees que se te reconozca siempre.

Más allá de la MontañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora