LA PETICIÓN

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  Fuera del Antro había poco movimiento, en el camino había visto algunas caras conocidas pero no exactamente personas con las cuales quisiera socializar en esta noche. Héctor estaba en la acera del frente esperando por alguien que no llegaba y que ni él sabía quien era, al menos eso era lo que presentía. En la fila para la entrada habían apenas de diez a doce personas, la mayoría conversaban entre sí.
     —¿Qué diablos haces aquí un Domingo con frío, sintiéndote mal y sin dormir bien?— Se preguntaba— 
    Una sensación rara no lo dejaba tranquilo, la misma que en otras ocasiones le advertía sobre peligros o decisiones que tomar, pero esta vez era diferente, sabía que debía estar allí.
     Vestía como siempre, con su estilo. Sobre la cabeza llevaba un gorro gris que le cubría su cabello medio rizado y sus orejas, las cuales se le helaban  cuando bajaba la temperatura. Una enguatada también gris con una franja amarilla, una bufanda color café, unos Jeans y calzaba unos tenis.
     Escuchaba la música que provenía del interior del local que estaba ambientado para dar la sensación de un lugar en ruinas, no había que esforzarse demasiado para creerlo pues realmente lo era, sólo que un poco más reformado, un sitio recocido en todo el País, pues también era un Centro Cultural, por demás sin techo, por lo que más frío pasaría.
     Por el tipo de música supo que había algún show de transformistas, canciones de Gloria Trevi, Rocío Dúrcal, Amanda Miguel, eran algunas de las que se podían escuchar, y como este tipo de espectáculos no le agradaba mucho, no se apresuró a entrar.
     Miró a ambos lados de la calle para ver si veía a alguien conocido que fuera más allegado que las personas a las que había visto antes, pero no tuvo éxito, abrió su mochila y sin sacar completamente el termo por si alguien lo estaba observado, bebió algo de leche con chocolate que Mario le había preparado, sin dudas el que había preparado su abuela había estado mucho mejor. Aún sentía mucha molestia en la garganta y no paraba de escupir pues tenía impregnado el sabor de la lejía.
     Se colocó la mochila en su lugar y cruzó la calle abriendo su billetera y sacando el dinero para pagar la entrada. Sólo quedaban fuera 4 personas.
     —Quizá dentro vea a algún amigo— pensaba.

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     Efectivamente había un Show de transformismo por lo que casi todos estaban sentados de manera tal que no se podía caminar bien. Como el local no era muy grande, luego del espectáculo era que se utilizaba la plataforma como pista de baile.
     Se percató al entrar que varios chicos se voltearon a verlo con ojos de tiburón hambriento. Cosa que le molestaba grandemente. Sentirse como un pedazo de carne no era lo suyo aunque por otra parte le gustaba sentirse así, deseado y que impactaba cada vez que llegaba a algún sitio. Vamos hombre que su cara tampoco ayudaba mucho para aparentar seriedad. Sus ojos achinados dejaban  ver una picardía que a muchos les atraía demasiado y por demás una sonrisa que mataba.

     —¡Maricón! ¿Domingo tú aquí?.
     — Acere no me digas maricón, estoy cansado de decírtelo.
    —¡Ay Héctor déjate de esas conmigo que yo te lo digo de la mejor manera!
    —No soporto esa palabra Saúl y lo sabes. ¿Eso es refresco de limón?
    —¿Cómo que refresco Mari... Este tu niño? ¿Cuándo coño yo he tomado refresco? —Dijo uniendo los labios y haciendo una expresión algo rara con los ojos—
    —Bueno, si te veo con una lata de refresco en la mano, pienso que es eso, pero como te conozco un poco sé que enmascaras todo, hasta café puede que tengas ahí dentro. Por eso te pregunté, porque voy al bar a pedir uno si hay.
     — Ahh. Sí, si hay, esta gente compraron de limón para el Ron —dijo señalando con su abanico a un pequeño grupo— pero bueno yo cogí la lata para mis trucos de bruja buajajaja. Compra y ven para acá con nosotros.
     —Está bien, ahora regreso. —Caminó hacia el bar en busca de su refresco mientras decía: —espérame sentado bobito

PARAÍSO DE MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora