Capítulo 20

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*Narra Stiles*

Me quedé petrificado en mi lugar. ¿Qué le habría pasado a Lydia?

No sabía qué hacer. Si retrocedía, perdería la ventaja que tenía sobre Peter. Pero yo era incapaz de dejarla a merced de la noche.

La respuesta llegó a mí de forma inesperada. Mi cabeza retumbó y puedo jurar que oí la voz de Lydia diciendo en un susurro “Sigue”. No tenía tiempo para dudar del mensaje, o para preguntarme por qué diablos escuchaba voces, así que seguí mi camino.

El pasillo que  yo recorría era considerablemente más corto que todos los demás y llegué al plateado elevador en un par de minutos. El tiempo pasaba.

Apenas presioné el botón, la puerta corrediza se abrió con un chirrido. Sin vacilar me metí dentro y elegí el último piso. La luz del ascensor estaba sucia y era muy tenue, el espejo medio roto estaba salpicado de óxido y las paredes temblaban. Intenté controlar la claustrofobia que el reducido espacio me estaba provocando y respiré hondo.

La caja se frenó repentinamente y la puerta se abrió de nuevo. Salí lentamente. Me encontraba en una diminuta habitación, vacía, a excepción de una puerta de hierro entornada que golpeaba una y otra vez el marco a causa del viento.

Estaba por abrir la puerta y pasar a la azotea cuando a mis espaldas, el elevador se cerró y escuche su motor traquetear hacia abajo. Alguien lo había llamado.

Salí a la terraza. No tenía paredes, el suelo estaba pintado de verde y había restos de cemento y escombros apilados en una esquina. El frío era infernal y feroces ráfagas de viento me alborotaban el cabello. Miré al cielo. Totalmente despejado, lleno de estrellas. Y la luna, grande y brillosa como nunca, llena a rebosar. Peter debía estar de camino. Me pregunté dónde se encontrarían Scott, Kira y Derek. Ojalá llegaran a tiempo.

Oí un estruendo y me di media vuelta a la velocidad del rayo.

Peter se encontraba en la puerta de la azotea, con los colmillos hacia fuera. Bajé la vista. Sostenía del cuello a Malia, terriblemente herida, quién lloraba en silencio arrodillada en el piso. Con la otra mano, arrastraba del brazo a una Lydia  inconsciente, pero que no parecía dañada.

Apreté los puños con fuerza hasta que mis nudillos se volvieron blancos. Peter sonrió y pasó a mi lado, dirigiéndose al borde del precipicio donde estábamos. Soltó a ambas de  repente y quedaron peligrosamente cerca del abismo.

—Cuanto tiempo sin verte…

—Déjalas ir. No las necesitas —lo corté antes de que siguiera con su cháchara habitual.

—En eso te equivocas. Matar a una mujer coyote me daría aún más poder del que tengo. Conveniente, ¿no? Ah, pero matar a una banshee sería el triple de satisfactorio… Te diré que haré. Cómo mi benevolencia no tiene límites, te dejaré quedarte con una de ellas… ¿qué opinas?

Malia gimió y Lydia se removió en el piso.

—No. No, por supuesto que no.

—Entonces me temo que tendré que matar a ambas —dijo encogiéndose de hombros y agachándose como si fuera a tomar a alguna.

—¡Espera! —grité desesperado y Peter sonrió con malicia—. Elegiré. Lo haré.

Tragué saliva. No quería hacer esto. No quería sangre en mis manos. Miré de nuevo a las chicas. Malia tenía una especie de sonrisa en la cara y me miraba con seguridad.

—Lo siento —comencé yo—. De veras lo siento, pero… no puedo perderla. No mates a Lydia. Por favor.

Peter enarcó las cejas y Malia se agitó mirándome con dolor. Su padre se volteó hacia ella y avanzó con pasos cortos. Con la respiración entrecortada y dejando un reguero de sangre tras de sí, Malia retrocedió gateando, acercándose más al borde.

Cuando ya no tuvo suelo donde apoyarse y su mano tocó el vacío, se quedó quieta mirando al hombre que se cernía sobre ella, aterrorizada.

—¡NO!

Por un momento me pregunté si yo mismo no habría abierto la boca y hablado sin darme cuenta. Luego reconocí la voz. Scott. Estaba parado en el medio de la azotea, había llegado sin que nadie lo viese. Sentí mi corazón volver a bombear. Si Scott estaba aquí, todo saldría bien.

—No lo hagas, Peter. Es tu hija. Tu familia, tu sangre. No te atrevas a hacerlo —amenazó con la voz ronca.  Estaba a punto de convertirse, me di cuenta.

Peter se dio media vuelta, dejando a Malia temblando en el suelo y abrazándose el estómago. Lydia, un poco más allá, abría los ojos con dificultad. Una mirada de ella fue suficiente para entender que no me acerara.

—Hasta que por fin llegas. Comenzaba a aburrirme —Peter tiró la cabeza hacia atrás, mirando la luna. Oh, no.

—¡No dejaré que lo hagas! —gritó una figura peluda y de ojos anaranjados que se abalanzó sobre él. Era Derek.

Kira también apareció en escena. Llegó corriendo y observó el escenario.  

Peter se zafó del agarre de Derek y de un empujón lo estampó contra la pared, golpeando a Kira en el camino. Derek trató de sostenerse sobre sí mismo, pero las piernas le fallaron y volvió a caer contra el piso.

Scott observó a Kira, que gemía y se frotaba el hombro con dolor.

—Bien. ¿Quieres jugar? Juguemos —mi amigo se convirtió en hombre lobo y Peter sonrió, mostrando los colmillos.

En ese momento la suave luz de la luna se posó sobre él y sus ojos se volvieron completamente negros, como si un hoyo profundo se hubiera tragado sus globos oculares. El pelo le creció en el mentón y las orejas y su mandíbula se abrió para rugir con furia. Era el Alfa Supremo.

En los siguientes momentos me sentí como mirando una película. Scott lo golpeó en el estómago, pero el otro se lo quitó de encima y lo tiró al suelo. Mi amigo rodó sobre sí mismo antes de que Peter lo aplastara de un pisotón y le clavó las garras en la pierna.

Estuvieron un rato más, empujándose y golpeándose, acercándose y alejándose del precipicio. En una de esas Scott falló con el golpe y Peter tuvo oportunidad de agarrarlo por el cuello, dispuesto a hundirle las garras en la carne.

—¡Despídete de tus amigos! ¡Morirás, y yo seré el lobo más poderoso de todos! —tronó en su oído lobuno y yo cerré los ojos para no ver el final.

Pero entonces escuché un golpe seco. Abrí los ojos y vi a Lydia, parada detrás de Peter, con una tubería que seguramente había sacado de los escombros. No pude evitar sonreír y pensar “esa es mi chica”.

EL golpe en la cabeza no fue tan fuerte como para desmayarlo, pero si como para que soltara a Scott.

Este, aprovechando su distracción, lo tomó de los hombros y lo estampó contra el suelo.

—No vuelvas a desafiarme, Peter —y con un empujón, lo tiró fuera de la azotea.

Por un instante todos nos quedamos en silencio.

—No lo matará, pero estará dormido por un tiempo —declaró Scott y se inclinó junto a Kira.

Miré a Lydia. Aún tenía la tubería entre las manos y temblaba ligeramente. La rodeé con mis brazos y le acaricié el cabello mientras le susurraba:

—Shh, estamos bien, todo está bien. Te lo prometo.

Ella asintió y suspiró.

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Y sí, señores, hemos llegado al final de este fanfic! No me voy a poner sentimental porque todavía falta el epílogo, pero espero desde ahora que les haya gustado.

No me convenció del todo este capítulo de nuevo, pero es mi primer fic y ya volvere en unos meses para agarrarme la cabeza y tirarme de los pelos y editarlo xD.

Dato extra: este capítulo es el doble de largo que los demás, pero era el último y se lo merecía, creo yo.

Ojalá lo hayan disfrutado y volveré pronto!

-BlueBooks

Soulmates || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora