Capítulo 15

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*Narra Lydia*

Cuando llegamos al jeep y todos se pusieron a dormir, tuve que hacer mi mayor esfuerzo por no imitarlos. Los párpados me pesaban, la cabeza se me caía a los costados y mi cuerpo estaba helado y agarrotado. Para colmo, el ligero olor a gasolina que había dentro me dejaba somnolienta.

Como si fuera poco, mi propio cerebro no me dejaba en paz. Pensaba una y otra vez en la elección que debía hacer y las consecuencias que eso traería. Era horrible y no cesaba. Me estaba volviendo loca. O bueno, más loca.

Sabiendo que ahí dentro me terminaría quedando dormida, salí lo más cautelosamente posible a la calle. Había olvidado ponerme algún abrigo, pero era tarde para volver, así que me froté los brazos y seguí caminando. La ciudad estaba tranquila y quieta, reinaba el silencio.

Recorrí varias cuadras hasta llegar a lo que parecía un antiguo y elegante museo, con  una larga y ancha escalera blanca. Las columnas de mármol parecían proteger del viento y el frío un pequeño rectángulo de escalón, así que no lo pensé más y me senté allí.

Aunque me sentía más segura, la angustia aun llenaba mi pecho y me cortaba la respiración. Sabía que por más que no durmiera jamás, la voz iba a volver de un modo u otro e iba a exigirme una respuesta. Y eso me aterraba. El tiempo se me agotaba y yo lo era consciente de ello.

Sin poder resistirlo más, comencé a llorar. Las lágrimas caían por mi rostro sin hacer un solo sonido y mis hombros se sacudían en un espasmo. Me abracé las piernas y acomodé mi cabeza en mis rodillas. No era justo tener que hacer eso. Nada justo.

Levanté la cabeza para correrme el cabello y que no me estorbara y me encontré con la persona que más y que menos quería ver al mismo tiempo. Stiles.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté con voz temblorosa.

Se acercó lentamente y se sentó en el escalón por debajo del mío, mirándome. Alargó la mano e intentó secarme las lágrimas, pero yo aparté la cara.

—No —gemí e hice el trabajo yo sola—. Vete. No quiero que me veas.

—Creí que ya habíamos hablado de esto —suspiró y yo recordé la vez en la que se había aparecido en mi auto mientras yo lloraba y me había dicho que me veía hermosa así.

Lo miré con el ceño fruncido.

—Ten —me dijo quitándose el buzo y tendiéndomelo—. Debes estar congelándote.

—Tú también —me quejé mirándolo desconfiada.

No me hizo ningún caso y me ayudó a ponérmelo.

—Gracias —dije e intenté una sonrisa a la que él respondió.

—Ahora —comenzó él—, necesito que me digas que lo que dijiste hoy era mentira. Que no me quieres solo como amigo. Por favor, dime que no es verdad o me sentiré como un completo idiota.

—¿Tan mala actriz soy? —pregunté sorprendida.

—O solo te conozco demasiado bien, Lydia.

Bajé la mirada. Por un lado, estaba feliz de que no estuviera enfadado por eso y supiera que era una farsa. Pero por el otro, sabía que me preguntaría la razón de la mentira. Y yo probablemente le diría la verdad. Pero debía aplazar la pregunta.

—¿Cómo supiste dónde estaba? —le cuestioné con genuina curiosidad.

—No tengo idea. Algo me trajo aquí. A ti.

Lo miré como pidiéndole algo más específico.

—¿Te cuento algo? —me preguntó y yo asentí en silencio— Siempre, desde que te conocí, sentí algo como una unión hacia ti... No sé explicarlo con palabras, la verdad. Traté de hablarte de eso una vez, pero... No importa. La cosa es que hay algo que quiero decirte hace mucho tiempo, y si no lo hago ahora, no lo haré nunca —suspiró como tomando valor y tomó mis manos entre las suyas, para que entraran en calor—. ¿Estás dispuesta a escucharme?

Soulmates || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora