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Esas palabras hicieron que mi corazón se detuviera por un momento.

Ella no podía morir.

Ella no podía irse.

—Necesito descansar... – dijo Meg, sonriendo forzosamente.
—Claro...

No dije nada más y salí de la habitación, encontrándome con una linda escena.

Jackson y Gabriella durmiendo en esa sala de espera.

Sentí mi celular vibrar, era una notificación de la escuela y un mensaje de Jamie, en el cual me preguntaba si iría al baile, el cual es al día siguiente, pero, sinceramente no estaba segura, con esto que sucedía, no tenía ganas de asistir.

Iba a responderle a mi amigo, pero las luces del hospital comenzaron a parpadear sin parar.

Al mirar hacia arriba pude ver que las luces señalaban un camino por el pasillo de este enorme hospital.

No dudé en seguir las luces parpadeantes hasta llegar a una habitación completamente oscura, me sobresalté al escuchar como la puerta se cerraba con fuerza.

—¿Hola? – dije, sin poder ver nada.
—Hola, Arella...

Escuché un susurro detrás de mí.

No dudé en voltear, pero no veía nada y de pronto, comencé a escuchar pasos detrás de mí, lo que me hacían alterarme tanto.

—Arella... – alguien susurró detrás de mí.

Me acerqué a lo que parecía ser la pared y presioné lo que debía ser el botón para encender la luz.

Y así fue.

Me di la vuelta y un Robbie vestido completamente de negro que me sonreía tan perversamente se encontraba frente a mí.

Realmente se veía tenebroso.

—Hola, querida Arella. – sonrió.
—¿Qué haces aquí? – dije, retrocediendo.
—Vengo a decirte que... – se acerca a mí. – Espero y te veas guapa en el baile. – susurra en mi oído.
—No iré. – dije, empujándolo.
—Debes ir, Arella. – sonríe. – O tu querida tía morirá...
—¿Qué...?
—Puede que tenga a demonios en este hospital... – se acerca. – Vigilándola de cerca...
—Robbie...
—Habitación 213. – dice, tomando una pequeña cajita de cartón.

Recién me di cuenta de que nos encontrábamos en una especie de bodega.

—No te acerques a ella...
—Quizá haga que el cáncer sea tan... – toma una escoba y rompe el palo con su rodilla. – Mortal...
—No...
—Y después... – me apunta con el pedazo puntiagudo de la escoba. – Puede que te asesine...
—Prefiero que me asesines a mí... – tragó saliva. – Pero no le pongas una mano encima a Meg...
—Esa chica... Megan... – suspira. – Tan hermosa... tan perfecta...
—Tan mayor para ti. – dije y él me mira con seriedad.
—Pero tú no lo eres... – sonrió y me acorraló entre la puerta y él. – Querida Arella...
—Aléjate...

Intenté empujarlo sin éxito alguno.

—Te espero con ansias en el baile... – acerca su rostro al mío, quedando a milímetros de mí. – No puedo esperar más...

Sin saber, apagó las luces y al yo encenderlas, Robbie ya no se encontraba en la habitación.

Me recargué en la puerta y me deslicé hasta llegar al suelo, pensando en todo lo que sucedía en mi vida.

Todo comenzó en ángeles y arcángeles, después los demonios y ahora esto, mi tía con cáncer que probablemente puede ponerse más grave hasta el punto de poder morir si esto empeora.

Lo cual no quiero que suceda.

Sinceramente, no sabría que hacer sin ella en mi vida, aunque tenía a Alexander y Gabriella, no podía perder a alguien de mi familia.

Primero perdí a mis padres, luego a mis abuelos y ahora... Meg es lo único que me queda y la verdad, moriría si algo le sucediera a ella.

Realmente no se lo merecía, ni yo lo merecía.

No dudé en ponerme a llorar, desahogándome por completo sin parar.

Hasta que escuché unos golpes en la puerta.

—¿Arella?

Era Alexander.

Me moví de la puerta, dejando que, entre mi novio, el cual no dudó en cerrar la puerta y sentarse junto a mí, abrazándome.

Consolándome.

Esto era lo que realmente necesitaba.

—Tu llora, mi niña. – dijo Alexander, acariciando mi cabello.
—No puedo con esto... – sollocé. – No puedo perderla...
—No la perderás... – suspiró. – La tendrás para toda la vida...

Comencé a pensar en cómo sería un futuro sin ella... el cual era horrible, porque me la pasaría tan deprimida y sin poder hacer nada, más que sufrir.

—No pienses en eso... – me abraza con fuerza. – Me matan tus pensamientos deprimentes...
—¿Alguna vez has perdido a alguien? – sentí como asintió.
—Mi madre...
—¿Cómo sucedió?
—Ella enfermó y no pudo con tanto que se suicidó...
—¿Ella...?
—Así es... – suspiró y lo miré. – Pero tu tía es más fuerte. – seca mis lágrimas. – No conozco a alguien tan fuerte como ella...
—Gracias...
—¿Por qué?
—Por estar siempre conmigo...
—Así será siempre... – entrelaza nuestros dedos. – En las buenas y en las malas...


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[COMPLETA] ✓ ARCÁNGEL: La Maldición de los Caídos I [SAGA: ARCÁNGEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora