Epílogo.

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Cuando lo veo delante de mi, no puedo evitar quedarme observándole durante unos segundos de más, mientras él se encuentra concentrado observando a Martha que le está enseñando, con no demasiada paciencia, a preparar un café. Al final ambos se acaban riendo de una cosa que no logro escuchar y es en el momento en el que ella se va cuando se gira a hacía mi.

Oliver me mira y sonríe; me está sonriendo. El chico que está delante de mi ahora es aquel aun capaz de robarme el aliento con tan solo una mirada, el mismo que hace que todo duela menos cuando está cerca y el que con su voz, aun siga pensando que todo es posible. En aquel instante no parecía quedar ni rastro del que una vez fue, de la misma persona que había estado a punto de tocar el fondo, que lo había rozado con la punta de sus dedos pero que al final, con toda la fuerza que había dentro de si mismo había conseguido lanzarse de nuevo hacía la superficie, volviendo a ver la luz que tan apagada parecía.

Él se acerca a mi y envuelve mi cuerpo con sus brazos.

-¿Lista? -Me pregunta y cuando asiento, planta un suave y rápido beso en mis labios. Al tenerle tan cerca, me fijo de inmediato en sus ojos, esos que habían vuelto a recuperar su brillo, uno que creía que se había perdido para siempre. Su color azul parecía ser más intenso que nunca y aunque tras estos también había un profundo dolor por todo lo vivido, perdido y fallado, también había una gran fortaleza, unas inmensas ganas de seguir viviendo, de dejar el pasado atrás. Y mientras sigo mirándole, recuerdo aquella mañana cuando después de más de un año volví a encontrarme con él.

Recuerdo que lo vi caminando por los largos jardines, con la misma maleta con la que se había ido solo que el chico que esa vez la cargaba no parecía ser el mismo que una vez dejé; sus mejillas hundidas se habían redondeado un poco, su piel parecía haber recuperado ese color saludable, como si le hubieran inyectado unas inmensas ganas de vivir y sus ojos antes inundados en lagrimas, dilatados y vacíos, en aquel instante parecieron sonreír; el color azul resaltaba más que nunca. Recuerdo como se acercó a mi con cierta inseguridad como si temiese hacerlo pero al mismo tiempo se muriese por ello y supongo que a mi me pasaba lo mismo; temía lo que pudiera encontrarme, temía lo que más de un año separados hubiera hecho a sus sentimientos. Y mientras él se acercaba a mi, supe que los míos estaban más vivos que nunca y cuando sin poder evitarlo me lancé corriendo hacía sus brazos, supe que le quería más que nunca y que era probable que eso nunca cambiase.

Y entonces, él me sonrió y por primera vez en mucho tiempo vi su verdadera sonrisa, esa que era capaz de hacer que todo el mundo se parara durante un instante a contemplarla, esa sonrisa que había temido no volver a ver nunca más pero que volvía a estar allí, reflejada en su rostro. Y si, había aprendido a vivir sin él, era consciente de que podía hacerlo, de que podía salir hacía delante pero lo cierto es que teniéndole a mi lado parecía como si respirase mejor, como si una pequeña parte de mi hubiese sanado y la vida fluyese de una manera mejor.

Habían pasado ya cuatro años desde que abandonó la clínica pero aun así, los recuerdos de esa época seguían viniendo a nosotros de vez en cuando. En ocasiones veía como su rostro se oscurecía al escuchar una de sus canciones, como sus ojos se llenaban de lagrimas cada vez que veía una foto de los tres juntos con sonrisas en la cara o como luchaba contra si mismo cuando en vez de coger una cerveza acababa eligiendo un vaso de agua. Y aunque con el tiempo aprendí a confiar más y más en él, aun vivía con ese temor de que todo volviera a derrumbarse de nuevo, de que pudiera volver a recaer y esa vez no tuviera solución. Pero los días pasaban y juntos los íbamos superando, a pequeños pasos; algunos eran mejores, otros resultaban peores y siempre resultaba duro pero sobrevivíamos, uno junto al otro.

-Nos vemos mañana, Martha. -Me despido y ella asiente, pero antes de que saliésemos por la puerta la escucho hablar.

-Y a ti te quiero ver aquí mañana a primera hora. -Le advierte a Oliver, señalándole con el dedo.

Seremos eternos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora