Larga noche

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- ¡Confiesa de una maldita vez!

- Te lo juro que no sé de lo que estás hablando. 

Se escuchó un golpe despiadado.

- Hermano, basta, no creo que sepa nada.

- Cierra la boca, Max, esto es siempre de la misma manera. Tardan mucho en hablar, primero necesitan el suficiente castigo. Además, ¿qué carajo harían aquí arriba? Vinieron a por nosotros.

- Te prometo que no sabíamos que estaban aquí, ya te lo dije, venimos de otro reino.

De nuevo un golpe sacudió la cabaña.

- ¡Basta, por favor!

Los dos hombres habían tomado a Maggie y la habían encerrado dentro de la cabaña para hacerle hablar. Pasaron de ser amable y preguntarle cosas que obviamente ella no sabía, a golpearla y pensar que era una especie de enemigo. Sebastian no era alguien razonable, me recordaba a un ex militar. Y su hermano Max era manipulado tanto que también llegaba a ser un hijo de puta.

Ciddis, Charles y yo nos quedamos fuera, atados a un árbol, escuchando cada golpe que le daban a Maggie. 

- Son unos idiotas.- Dijo Ciddis.

- Él lo sabe, hermano. No hace falta que se lo digas.

Charles parecía poder leer mi mente.- ¿A qué te refieres?

Mi comentario lo enfureció.- Dime que viste cuando tocaste el libro.

- Yo...

- Dime que viste, con un carajo. 

Suspiré.- Vi tu plan. 

- Sabías lo que hacíamos desde un comienzo y decidiste ser un estúpido. 

- ¿Él sabía todo?

- Sí, incluso le dejé una pista dejándoles sus armas. Una forma de confirmar todo. 

Ciddis giró a verme con ira.- Eres un malnacido hijo de perra.

- No, hermano.- Interrumpió Charles más tranquilo.- Solo es un egoísta de mierda.

- ¡No lo soy!- Interpuse.

- Solo míralo, ni siquiera se inmuta al escuchar como golpean a su compañera.

- Yo...

- Le importa una mierda lo que le pase a ella con tal de obtener lo que busca. 

- ¿Crees que tomen su vida en lugar de la mía? Si es así, iré ahora mismo a entregarme.

- Maggie, por favor, detente.

- Yo moriría por ellos si es lo que me preguntas. Lo son todo para mí.

- Maggie, basta, yo sé que lo harías, así como yo lo haría por los míos. Incluida tú.- Me acerqué.- Pero no por eso me voy a entregar. Hay otras formas de salir de esto, siempre las hay. Solo debemos pensar; pensemos en lo que ha ocurrido y ambos podremos volver a ver a quienes amamos.- La abracé.

- Es que...

- Si piensas en morir por ellos, entonces te pido que pienses en vivir por mí. No te entregues y ayúdame a volver a rescatarlos. No puedo hacerlo sin ti. No pude hacerlo en el castillo y yo solo moriría al cruzar esa puerta. No soy bueno en nada. Si mueres tú, yo igual moriré. Así que, por favor, no me dejes solo.

- Y le importa una mierda lo que nos pase a nosotros con tal de tomar lo que hay en esa cabaña. Ese ha sido su pensamiento desde que tocó el libro.

- ¿Tú que sabes?- Dije nervioso.

- Porque si golpeasen de esa manera a mi hermano, que es la persona a la que más quiero, haría lo imposible para escapar de mis ataduras. 

Me quedé serio y mirando la nieve. No le iba a dar la razón jamás. No la tenía. Sé que no la tenía. 

- Ciddis, esos sujetos me salvaron la vida. Estoy seguro de que pensaba en matarme y después serían los dos contra ti. 

- Ya, basta.- Intervine.- No pienso discutir por esas estupideces ahora, si no hacemos algo esos sujetos nos van a asesinar. Ya no es un yo contra ustedes, ahora son ustedes y yo en contra de ellos. Si no unimos fuerza estaremos perdidos. 

- No confío en ti.- Dijo Ciddis.

- Tiene razón en lo que dice, aunque siempre será una porquería de persona. Si logramos escapar no le quites los ojos de encima. 

- Tú mandas, hermano. 

- Debemos intentar aflojar el nudo y escabullirnos. Si pueden quitarse prendas de ropa también es buena idea. Lo que sea para escapar y tomarlos por sorpresa.

- Espera, hay alguien más llegando a la cabaña.

Un hombre lleno de piel de animal se acercó cargando algunos zorros y conejos. Los dejó en la entrada de la casa y vino hacia nosotros.

- ¿Uh?- Sus pieles cubrían su nariz y boca. Solo eran visibles sus ojos verdes.- No me digan que lo hicieron otra vez.- Dijo sin sorprenderse.- Ya les he dicho a mis hermanos que nadie viene a por nosotros. 

- ¿Usted es su familiar?- Preguntó Charles.

- Sí, lo lamento. Los liberaré para que se vayan a casa. 

- Disculpe.- Dije apresurado.- Mi compañera está siendo golpeada dentro, ¿podría detenerles?

El hombre me miró de cerca.- Sí, claro, les detendré, aunque no será algo bonito.- Sacó una navaja y nos soltó del amarre.- Necesito que se queden aquí de pie. 

Hicimos lo que nos pidió mientras él se acercaba a la puerta y tocaba. Se ocultó a un costado dónde solo nosotros podíamos verle. 

- ¡¿Qué carajo?!- La puerta se abrió de golpe y Sebastian junto con Max salieron apuntando con el arco.

- Sebastian, están sueltos. 

- ¡Mátalos!

El hermano oculto salió y golpeó a Máx por la espalda haciendo que cayera. Luego tomó su arco y le disparó al de Sebastian para arrebatarlo de sus manos. Este último a penas y pudo reaccionar cuando un trozo de madera le golpeó en la cara y lo derribó. Luego el hombre de ojos verdes volvió a acercarse a Max y terminó de noquearle. 

- Listo, ya pueden irse.- Dijo metiendo a ambos hermanos en la cabaña. 

Los tres corrimos dentro. Charles y Ciddis tomaron sus armas y yo tomé a Maggie quien estaba durmiendo cubierta de sangre y con partes de ropa destrozadas. 

- Oye, egoísta de mierda.- Ciddis se acercó a mí y me dio un golpe tan fuerte que me derribó. Solo pude ver como se acercaba para darme otro y dejarme inconsciente. 

Al despertar me encontré solo en la habitación. No estaban ni Ciddis, ni Charles, ni tampoco Maggie. Se la habían llevado junto con nuestras armas. 

Suspiré con fuerza. Esto se había convertido en una carrera para conseguir magia más que en un rescate. 

Refunfuñé, salí de la casa, tomé un arco y comencé a correr hacia la casa de esas mujeres. La casa dónde la magia podría ser mía. 

- El silencio azul.- Pensé.- Libro que narra mucho más que solo el origen de la magia. También dice como conseguirla y muestra los recorridos de quienes lo han tenido. 

- ¿Cuánto tiempo?- Pregunté para saber el poder de esa cosa. Aunque ya todo estaba más que claro. Ahora entendía lo que querían lograr Charles y Ciddis. Entendía el porqué el rey había muerto solo por conseguir una porción de ese poder. Nada nunca podrá ganarle a la magia. 

Lo he pensado. No solo es un arma, también es una droga. Si tan solo al sentirla recorriendo mi cuerpo por medio de un recuerdo me hizo tan poderoso, me excito de pensar en lo que debe ser tenerla en el presente.

Perdón, Maggie, pero la magia debe ser mía a todo lugar, así deba sacrificarte.  


Arte elemental Susurros de la vida (Remasterizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora