Pablo 4º Parte

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Han pasado varios meses desde la última vez que escribí de él: Mi némesis. 

Aquella tarde terminó de transcurrir con tranquilidad, la tienda de snacks apenas necesitaba que nosotros camináramos 5 minutos desde la habitación, para poder hacer una dotación y tener el plan perfecto para dos. 

Nosotros muchísimos años después, estábamos escribiendo una historia, coexistíamos en tiempo, lugar y ganas. 

A ratos me decía: No sé qué debo estar haciendo bien. 

Y sin pronunciar respuesta de vuelta, me metí a la bañera solo para quitar el cloro del agua, mientras él alistaba el jacuzzi con vista al mar. 

Admito que la locación de esta historia es casi tan bella, como lo que yo sentía por él. Incondicionalidad sobre humana, capaz de darme las respuestas antes de generar las preguntas a mis inconformidades, las mismas que continuamente dejaba pasar por miedo a perderlo, o peor aún... miedo a que él me dejara. 

Nota al lector: 

La otra noche merodeaba por las memorias audiovisuales de mi celular. Ya no hay nada. Comprendí que sin arrebatos fue cuando decidí finalmente borrarlo, literalmente desapareció de todos lados, menos de mi cabeza. Ahí sigue viva la fotografía que nos tomamos durante el viaje y que sin duda, es mi favorita. No solo me sentía sino que realmente estaba plena. 

Entonces recordarán que les conté, que para estar con Pablo tuve que despedirme de un hombre leal y honesto, a quien yo definitivamente no merecía. 

Odio escribir esto, pero en verdad me esforcé por quererlo tanto como él me quería. Por eso me encontraba desesperada por sentir un amor capaz de cobijarme todas las noches y poner punto final, a mis temores y oscuras pesadillas. 

Pero no fué así. 

Continúo con la historia. 

Apenas me metí al jacuzzi y sentí como si el tiempo estuviera en mi contra. Todo lo que él tenía planeado, lo quería hacer de golpe y sin considerarme. 

Jacuzzi, snacks ahí dentro, ni siquiera había cenado. Tragos, palabras, promesas, dulces, caricias, pero nunca secretos ni intimidades. 

Pablo era como estar de frente a la Muralla China e intentar escalarla en lugar de caminarla. Imponente y cuestionable en todo momento, drenaba mis ganas y mi actitud llena de positivismo. 

"Ya no quiero estar aquí dentro", me voy a salir, pronuncié al aire, pues él pareció ignorarlo completamente y tenerme ahí hasta que mi piel luciera mayor que la suya. 

Cuando por fin se cansó, salimos, fuimos a la cama y cerré los ojos dándole la espalda. 

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Uno, dos, uno, dos.

Me desperté con una pequeña tira de luz que se filtraba temorosa por la pesada cortina del balcón. 

Uno, dos, uno, dos. 

Como quién está perdida, no entendía de dónde venía el conteo. Voltee a mi alrededor, Pablo no estaba ahí. 

Me levanté, caminé hacia otra parte de la habitación y ahí estaba, ejercitándose un viernes a las 8 de la mañana, no miento. Era como un intento forzado por llamar mi atención. Confieso que la siguiente línea la escribo un poco burlona, sería una exageración si les digo que solo lo hizo por 10 minutos. Sin comunicación. 

Me arreglé, preparé unos termos con más tequila que refresco porque ya sabía que la tarde sería dura y baje al buffet. Claramente yo tenía la intención de comer todo lo que no había podido la noche anterior. 

El amor en tiempos digitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora