Recolectando momentos

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Nota del autor: Reconozco que de pronto puedo parecer un fantasma. Mis ausencias esporádicas resultan incomprensibles incluso para mi. Al final sé que lo entienden y eso como escritora es algo que agradezco. Hay días más fáciles y otros un tanto más complicados. Mis últimos meses han sido la escena final de una auténtica película de suspenso, donde desconozco que es lo que viene en los próximos 5 minutos. Hoy me decidí a retomar lo que había dejado pendiente, que aunque un poco adrede, así lo decidí porque quise darle al universo la oportunidad de contarme esta historia a su manera primero, para entonces... comenzar a escribir y compartirla con ustedes. Aunque no sé que vayamos a descubrir en las próximas líneas, quiero que desde este momento tengan en cuenta que se trata de un capítulo especial, personal y muy único. Gracias por leerme. 

De un tiempo para acá me he visto en la necesidad de repasar y visitar el pasado;  que tampoco es tan viejo, quiero decir: los recuerdos que regreso al presente, no tienen mucho tiempo de haber transcurrido. 

Mientras lloraba en la comodidad de mi cama, noté que recordar las escenas del inicio de esta historia me daban paz, era como obtener minutos extra de oxigenación frente a esos instantes que te detienen tanto, como para sentir que tu respiración no se mantiene. 

Y de pronto la escena se impregna de todos esos momentos importantes, aquellos que resultan clave en la transición de esta historia y que sin duda, la dotan de algo especial, diferente e irrepetible. 

Una ligera sonrisa que me brinda compañía, me ubica en el lugar en el que coincidimos por segunda ocasión. Esa fría mesa que nos esperaba en la banqueta de un lugar que tenía tiempo queriendo visitar. Los alimentos se sirvieron casi en tiempo récord porque estaban a punto de cerrar. 

La conversación fluyó sin la presión del momento. Ni siquiera necesité solicitar minutos a la noche, para darme cuenta que quería repetir esos instantes, una y otra vez hasta (probablemente) envejecer. 

La comida al igual que la compañía, resultaron deliciosas. 

De camino a la cita todo sucedía como quien sigue el manual y lee las instrucciones completas. 

El reloj aunque no es enemigo, tampoco fue aliado aquella noche en la que mis tacones me acompañaban para dar pasos firmes a la historia que leería por los próximos meses. 

Recorrí las calles de La Condesa, pasé por lugares marcados por amores ancestros y ni siquiera una disculpa pronuncié, por estarlos marcando nuevamente aunque ahora... con una tinta indeleble. 

Estaba tan dispuesta que nunca me fijé en las consecuencias. Mi corazón marcaba el ritmo, era auténtico soundtrack de la velada. Yo sabía que ahí era donde las siguientes noches quería fundir mi cuerpo y mis sentimientos. No tenía nada que perder, mucho menos que sacrificar. Solo habitaba en mis entrañas la genuina esperanza de amar y recibir de vuelta lo que mi ser decidiera ofrecer. Sin egos, libre de prejuicios.

Me sorprendí ante tantas coincidencias. Estar en ese preciso lugar era como probarme un anillo y que éste embonara a la perfección. También fue como cantar una vieja canción y saberla de memoria, sin fallos. 

Estar presente manifestando mis intenciones con completa sinceridad ha sido hasta hoy el puente más valiente que la vida... me ha permitido cruzar. 

¿Listos para seguirme en este camino? 

Yo estoy ansiosa de hacer con esta historia, mi máximo aporte a la suya. 

El amor en tiempos digitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora