Pablo 6º Parte

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De vuelta en mi casa de aquellos días, mi roomie en turno tampoco entendía qué era lo que estaba pasando. 

¿Qué haces aquí?, preguntaba constantemente mientras mis lágrimas y el llanto ahogado, me dificultaban hablar y por supuesto pensar. 

Entré a mi cuarto, abrí la maleta, me cambié de ropa, encendí una vela, limpié el maquillaje en mi rostro, solté mi pelo, me recosté en la cama y me dispuse a poner música hasta quedarme dormida, con lágrimas secas por todo el contorno de mi rostro. 

Nada era claro, mucho menos optimista. Él ni siquiera se molestó en preguntarme, ¿cómo llegaste a tu casa?

Nada... una nueva ausencia por tiempo indefinido se manifestaba. 

Un par de días después recibí un correo electrónico, ¿el remitente?, la misma chica que me había invitado al evento de inauguración en aquel restaurante japonés, al que solo me atreví a volver muchos años después. 

¿Cómo estás Pal?, con gusto te envío las fotografías en las que apareces con tu hermano. 

Me quedé en shock. ¿Qué le hizo pensar a esta chica que él y yo éramos hermanos?

Me reí en el cuerpo del texto y respondí: ¿Por qué piensas que somos hermanos, crees que somos parecidos?

De inmediato me responde: Es que él se lo dijo a la fotógrafa del evento. 

*Antes de comenzar a crear suposiciones les diré queridos lectores, que en verdad me esforcé por no anticiparme a los hechos y como siempre, intenté proteger sus intereses y la versión que probablemente él me pudiera dar*

Sin embargo posterior a este último correo que decidí nunca responder, me puse a pensar detalladamente en lo que habíamos hecho aquella noche, durante el evento. 

Como escribí antes, es cierto que apenas llegó al restaurante sus manos rodearon mi cintura, pero el beso se hospedó en la mejilla. Después durante la estancia en la barra del bar y entre las vueltas al lugar, nunca tomó mi mano, jamás me insinuó que nuevamente estábamos en una cita. 

Reconozco que noté ligera hostilidad, asumí que se debía a su -tan inexplicable- forma de ser, la que siempre causó estragos en mi seguridad. 

En ningún momento hubo palabras lindas o detalles, ni siquiera un agradecimiento por la invitación o de menos, por la espera. Claro que muy a su estilo en todo momento me hizo apreciar su estancia en el evento: "Vine de muy lejos, me estoy desvelando entre semana por esto".

Y de pronto hubo algo que llamó mi atención: 

Esa noche Pablo fue al baño más de 8 veces. Yo en verdad pensé que las bebidas estaban pasando rápido, que quizá era un poco de incomodidad, en fin ¡qué sé yo!. 

Nunca había sido tan fijada, nunca me ha causado extrañeza o cierto tipo de sospecha una actitud similar. Fue hasta este momento en el que obligué a mi mente a repasar, que en mi cabeza reconocí las posibles incongruencias. 

Y a todo esto: ¿Dónde estuvo aquella noche la fotógrafa del evento?, ¿por qué no logro recordarla?, bueno esto debe ser porque las fotos de la noche sucedían en la entrada, al momento de la llegada, curioso que este spot estaba junto al baño. 

Mi mente se congeló. Evidentemente lo único de lo que yo tenía pruebas, era el hecho de que él me llamó "hermana", con alguien del evento. Dudo mucho que la chica haya mentido. 

Como dije, me rehusé a responder el correo electrónico. Tenía preguntas pero honestamente no le competía a la chica de la invitación enterarse, o peor aún, aclarar mis incógnitas. 

Así que pacientemente me decidí a esperar. 

Pablo y yo habíamos tenido un momento de altibajo en el mar, pero eso no debía ser causa suficiente para terminar. Creo que siempre voy a pensar que fue algo que se pudo hablar. 

Sin embargo cuando la conversación es ausente y la apatía latente, uno simplemente no puede hacer mucho, vaya... que yo no lo iba a obligar. Jamás iba a empujar su discurso, no mientras yo sintiera que estaba forzando la situación. 

Obviamente la incertidumbre se convirtió en mi compañera, la ansiedad se instaló cómodamente en el sillón, en la cama, en todas las habitaciones de mi casa. 

De verdad no podía dormir. No hablaba con nadie. Me encerré en mi mundo, lloré todas las noches repasando los mensajes, viendo una y otra vez los videos que habíamos grabado cuando yo creí que éramos felices. Los dejaba correr una y otra vez hasta que me quedaba dormida, más perdida que antes, más confundida que nunca. 

De pronto una tarde cualquiera... volvió a llamar. 

-Hola Pal ¿Cómo estás?, oye recuerdas que el día de tu mudanza te presté una maleta, ¿será posible que me la puedas devolver?

¡Claro!, dije de inmediato. Pensé que te la daría en la boda, ya tengo el vestido y ya hice cita para el peinado. 

-Ah, es cierto. No te dije antes porque estuve ocupado pero no iré, no quiero hacer el viaje y no quiero ver a ciertas personas que estarán. Perdón por non avisarte, pensé que ya lo habías presentido. 

¿Pensaste eh?, dime... ¿qué otras cosas has pensado?

-Que deberíamos vernos y platicar. 

Perfecto, hagámoslo, ¿cuándo? 

-¿Mañana? 

Muy bien, ¿en dónde? 

Frente a la oficina. 

Donde comenzó todo, pensé. De acuerdo, pronuncié y colgué. 

Una vez más llegarían las lágrimas que por meses posteriores al último encuentro que voy a narrar, no fui capaz de olvidar con facilidad y con determinación. Siempre estuve a la espera de que mis peores miedos no sucedieran, al día siguiente.

El amor en tiempos digitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora