III

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Me acerqué al auto y subí a la parte trasera de este.

—Buenos días, señorita _____ —saludo mi chofer personal con una sonrisa cálida.

—Buenos días, Nagamine-san —devolví el saludo con una sonrisa igual de cálida que la de el —. Hoy vamos a buena hora así que no hay prisa —mencione sin borrar mi sonrisa, pero estaba un poco avergonzada de recordar todas las veces que íbamos tarde por mi culpa.

Nagamine-san era un señor de al menos unos 58 años que se encargaba de llevarme a cualquier lugar. Era una persona de confianza en la empresa por su extenso tiempo laborando en la empresa.

Ha sido una persona de gran ayuda cuando voy tarde a algún lado, sin mencionar que es una persona muy comprensiva y siempre ha sido muy profesional, no por nada lleva tantos años trabajando para Yusuke-san quien es alguien sumamente exigente en cuestión de sus empleados.

Realmente lo conocía hace tres años, pero ya le había agarrado cariño, era como si fuera mi abuelo. Siempre que me veía triste o desanimada me daba algún tipo de apoyo, ya fuera algún consejo, escucharme o sacarme platica haciéndome olvidarme del día que tuve.

Durante todo el trayecto no paramos de hablar sobre una reality show que veíamos juntos, era un show que nos gustaba a los dos, básicamente trataba de ganar un premio de cien millones de yenes por contestar 30 preguntas. A veces nos hacíamos esas preguntas y el que respondiera bien se llevaba uno de los caramelos del otro, los míos eran de naranja y los suyos eran de caramelo

—Bien, me ganaste Nagamine-san —acepté derrotada sacando un dulce de mi pantalón y lo puse en uno de los portavasos del auto.

—Fue una pelea justa, señorita _____ —respondió viéndome a través del retrovisor —. Muy bien señorita, llegamos a su destino —menciono haciendo que me dé cuenta de que estábamos afuera de la escuela en la que se nos había inscrito.

—Gracias, Nagamine-san, regresé con cuidado —agradecí saliendo del auto.

—Cuídese, señorita _____ —dijo por último el mayor haciendo que sonría en forma de agradecimiento.

Cerré la puerta del auto y me introduje a la escuela. Camine unos metros adentro hasta llegar a los casilleros, ahí pude ver a los chicos en el fondo de la habitación de casilleros, por lo cual corrí instintivamente y salte sobre Yuki, el cual estaba de espaldas, pero aun así alcanzo a agarrarme de las piernas para que no cayera.

—¡Buenos días, mis queridos amigos! —salude con una gran sonrisa a los chicos mientras seguía usando de caballito al peliblanco.

—¡Oye niña! ¡¿Podrías bajarte de una vez?! —se quejó el mayor con una cara de pocos amigos.

—Pero quiero que me cargues, hace mucho que no me cargas y Saito tampoco quiere cargarme —explique haciendo un puchero mientras ponía mi barbilla sobre el hombro de Yuki.

Sabía que Saito no había dicho eso, pero así Sensen me cargaría un rato más.

—Tsk —rechisto por lo bajo el peliblanco, pues sabía que no se podía negar a mis pucheros y caprichos.

Nuestra relación era completamente el de una hermandad, todos nos considerábamos una familia, por lo cual ellos me veían como un gatito indefenso el cual deberían cuidar como los feroces y temibles tigres que son, o al menos, como yo los veía.

—¿Están emocionados? —pregunte haciendo que me pusieran atención —. ¿Por entrar a la preparatoria? —volví a preguntar con una sonrisa.

—Me da igual —soltó Yuki sin emoción alguna.

Ojos de GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora