¿Quién es él?

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Sakusa Kiyoomi se despertó como cualquier otro día.
Seguía siendo raro despertar en su cama en vez de la del hospital aunque ya hacía dos años que había salido con vida de aquel transplante cardíaco.
Se dispuso a tomar sus inmunosupresores del día y almorzar bien para después salir a su caminata diaria.
Se puso su cubrebocas, guantes, sus tenis y salió.
Caminó con precaución, poniendo atención a lo que su cuerpo pedía y alejado de la demás gente.
Después de una hora regresó a su casa.
Puso sus tenis en la entrada junto con sus calcetines, caminó a la tarja que tenía cerca de la entrada donde puso en una bolsa los guantes y cubrebocas sucios, se lavó las manos.
Una, dos, tres veces.
Se puso gel antibacterial.
Una, dos, tres veces.
Agarró el spray desinfectante que tenía y regresó caminando por el mismo lugar donde había pasado antes.
Desinfectó sus tenis meticulosamente al igual que sus calcetines y los puso en una esquina designada para sus cosas.
Regresó nuevamente por el mismo lugar hacia la tarja, dejó el spray y volvió a lavar sus manos.
Una, dos, tres veces.
Gel antibacterial.
Una, dos, tres veces.
Lavó la botella del spray.
Agarró el trapeador junto con una cubeta con jabón y cloro y se dirigió a la entrada.
Lavó desde ahí hasta por donde había pasado y luego lavó sus pies con mucha precisión.
Cuando supuso que ya estaba limpio, se dirigió al baño sin tocar nada.
Se quitó la ropa y la puso en su cesta de ropa sucia y se metió a bañar.
Lavó su cuerpo, su cara y su cabello tres veces.
Sus dientes fueron cepillados por treinta segundos al frente, arriba y abajo, otros treinta segundos las muelas, otros treinta segundos la lengua y enjuagó.
Repitió aquello también tres veces y salió.
Secó su cuerpo con una toalla limpia y se cambió a algo más cómodo para estar en casa.
Puso la toalla en el cesto de ropa sucia, una vez mojada podía formar hongos o más ácaros de los que probablemente ya tenía. Era mejor lavarla.
Al menos en su casa sabía perfectamente que todo estaba muy limpio y no corría ningún riesgo de enfermarse o alguna infección, no se podía dar aquel lujo.
Se sentó en el sillón prendiendo la televisión mientras comía una naranja.
Puso las noticias de deportes, era la única forma en la que había podido conservar estar cerca del voleibol después de que le dijeron que no podría volver a jugar si no quería rechazar el corazón que le habían puesto o volverlo a afectar.
— Atsumu Miya se ha negado a volver al voleibol, dos años después de que comenzara su hiatus vuelve a decir que aún no está listo para volver y da a entender que podría ser que no regresará jamás – anunció el presentador.
Algo en aquella noticia alarmó a Sakusa, ¿no regresaría? ¿había tenido alguna fractura o esguince?
Le subió a la televisión para saber más al respecto.
Pasaron un vídeo de aquel chico semirubio hablando.
— No he terminado mi duelo, no se me hace justo para mí ni para la memoria de Momo el regresar a jugar. Siento que sería irrespetuoso divertirme ahora que ella no está. No estoy seguro si algún día estaré listo para regresar – explicaba Atsumu Miya.
El ver a aquel chico en la pantalla había hecho que su corazón diera un vuelco, sentía una especie de vacío y un más inmensas ganas de llorar.
Él podía regresar sin problemas y había decidido no hacerlo por culpa de alguien.
Tal vez era por eso que ahora a Sakusa se le había escapado una lágrima.
Pero su curiosidad había ganado más.
Decidió buscar en YouTube videos de Atsumu Miya para ver qué tan bueno era.
Pero entre más veía aquellos vídeos las lágrimas no paraban de salir, lo extrañaba mucho.
Lo extrañaba tanto.
¿Por qué demonios extrañaba a alguien que no conocía?
Se secó las lágrimas, estaba siendo ridículo aquello. Aunque debía admitir que aquel semirubio era demasiado bueno jugando.
— Espero que vuelva a jugar... – dijo en voz alta.
Después de aquello decidió distraerse, leyó un libro, escuchó música, platicó por unos momentos con Motoya Komori y jugó videojuegos.
Pero durante todo ese tiempo Atsumu Miya estaba en alguna parte de su mente.
Decidió que debía dormir temprano para terminar con aquellos pensamientos.
Pero no terminaron, se volvieron más intensos y fue entonces que comenzó el sueño.

Atsumu tomó su mano, habían corrido por todo aquel campo grande cuesta arriba.
— ¡Oy, Miya! ¿A donde me llevas? – preguntó con aliento acelerado.
— ¡Ya verás! Aún no te canses, vale la pena seguir – contestó él sonriendo.
Unos minutos después habían llegado a la cima de la colina.
Un paisaje increíble estaba frente a ellos, se podía ver todo Tokio desde ahí.
Rió de felicidad y cubrió su cara de la impresión para luego volver a ver el paisaje.
Cuando volteó a ver a Atsumu lo encontró arrodillado y con un anillo en manos.
Así fue como le había pedido matrimonio.

Sakusa se levantó de golpe sudado y con el corazón acelerado.
Aquellos no eran sus recuerdos.
Las palabras de Atsumu resonaron en su cabeza "no sería justo para mí ni para la memoria de Momo".
¿Quién demonios era Atsumu Miya?
Y mejor aún, ¿quién era Momo y por qué tenía parte de sus recuerdos?

Mientras tu corazón siga latiendo ~FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora