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ESA NOCHE iba a ser un completo desastre. Sakura lo sentía.

El baile benéfico anual en favor de la infancia, uno de los acontecimientos más prestigiosos del calendario internacional, empezaría en menos de una hora, y ella no podía estar más nerviosa.

–Ya está aquí, Alteza –murmuró Shizune, su asistente y devota compañera, cerrando la puerta y avanzando con paso rápido hacia Sakura–. Una de las doncellas me ha confirmado que el príncipe de Santara acaba de entrar en el Palacio de Verano.

Shizune tomó el peine del antiguo tocador y lo pasó por un largo mechón de pelo rosáceo mientras miraba a su señora a través del espejo.

–Es tan emocionante. No puedo creer que vaya a hacerlo.

Sakura tampoco podía creerlo, soltó el aliento que había estado conteniendo al pensar en lo que pretendía hacer.

Era conocida por su frialdad y su imperturbable aplomo en momentos de tensión, pero en esos momentos tenía ganas de vomitar.

El príncipe Itachi de Santara, el hermano pequeño del rey, acababa de llegar. Había habido rumores de que no asistiría a la fiesta de esa noche, dado que el año anterior había generado un escándalo que había avergonzado al rey, pero al parecer no había nada que detuviese al rebelde príncipe de Santara. Para Sakura eso jugaba a su favor esa noche, así que le parecía bien a pesar de que ella siempre seguía las reglas.

Se preguntó cómo iba a hacerlo. ¿Cómo iba a pedirle a un príncipe con fama de mujeriego que se casase con ella, aunque también fuese una princesa? Porque eso era lo que pretendía hacer, lo que tenía que hacer si quería apaciguar a su padre.

Shizune y ella habían ideado aquel disparatado plan de proponer un matrimonio falso, o, más bien, un compromiso falso, porque no iba a llegar a boda, dos semanas antes, cuando se había enterado de que su padre quería verla casada lo antes posible.

Había intentado contradecirlo, por supuesto. Le había dicho que no estaba preparada, que necesitaba más tiempo, pero él había negado con la cabeza y le había asegurado que nada de lo que dijera le haría cambiar de opinión. Era la heredera al trono de Berenia, su única heredera, y no descansaría hasta verla casada.

En realidad, le había dado seis meses para que le diese una lista de posibles candidatos, pero Sakura había tenido la esperanza de que se le olvidase el tema. Entonces, una noche, su padre le había advertido que no lo había olvidado, y Shizune y ella se habían sentado a confabular mientras se tomaban una copa de vino dulce y veían una comedia romántica.

Según Shizune, el protagonista se parecía al príncipe de Santara, arrogante y muy guapo. Y de ahí había salido la idea. El protagonista de la película no había querido casarse con la heroína, pero al final había triunfado el amor.

Sakura sabía por experiencia propia que el amor no solía triunfar, pero por suerte no era amor lo que le iba a pedir al príncipe.

–Va a ir todo bien, princesa Sakura. Accederá –murmuró Shizune, dándose cuenta de lo nerviosa que estaba Sakura–. Y entonces tendrá todo lo que su corazón desea.

¿Todo lo que su corazón deseaba?

Lo que más deseaba Sakura era poder elegir con tiempo a su futuro marido, y que su hermano mayor siguiese vivo.

Deidara había sido el verdadero heredero al trono de Berenia, pero su trágica muerte tres años antes había hecho que la responsabilidad recayese sobre ella. No obstante, todavía no se sentía preparada, y tenía la duda de si su padre no pensaría lo mismo que ella, en especial, después de haber tomado una decisión equivocada con diecisiete años. Tal vez aquel fuese el motivo por el que estaba insistiendo tanto en que se casase cuanto antes.

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