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LA VUELTA a casa fue rápida, tal y como Itachi le había dicho. Sakura se estaba acostumbrando a la vibración del motor entre sus piernas y a la emoción de subirse a una moto por primera vez cuando empezaron a bajar la cuesta que llevaba al garaje subterráneo.

Unos segundos después estaban en el ascensor, de camino al apartamento de Itachi. Este la miró fijamente, pero no la tocó, y ella aprovechó para intentar recuperar el aliento.

Salieron del ascensor, Sakura se alisó la falda y después se preguntó qué hacer con las manos. Una vez allí, sintió que tenía dudas.

–¿Sakura?

Itachi era tan alto, moreno y masculino que a ella se le aceleró el corazón. Era tan guapo...

–¿Sigues conmigo, princesa?

–Sí –susurró ella–. Sigo contigo.

Él la apoyó contra la puerta y le dio un apasionado beso que calmó todas sus dudas.

–Hueles a azúcar y a... cuero –le dijo Itachi, pasando los labios por su mandíbula y quitándole la chaqueta, que cayó al suelo.

Sakura se excitó al ver que la devoraba con la mirada, sintió que le temblaban las piernas y dio gracias de que Itachi la estuviese sujetando por la cintura.

Le acarició el trasero y Sakura gimió instintivamente contra sus labios, empezó a desabrocharle la camisa y se estremeció del deseo al poder acariciar su pecho desnudo.

Sus caricias despertaron en él un impulso primitivo y volvió a besarla, la apretó contra la puerta y contra su erección.

–¿Itachi?

Sakura echó la cabeza hacia atrás y se rindió a su masculina presencia entre las piernas.

Él juró entre dientes, la tomó en brazos y la llevó a su habitación.

Rompió momentáneamente el beso y la dejó muy despacio en el suelo. Después encontró la cremallera invisible que había en el lateral del vestido y le quitó este y el sujetador. Entonces, se apartó y la miró.

–Eres preciosa –murmuró, tocándole un pecho mientras inclinaba la boca y volvía a besarla.

Fue un beso apasionado y dulce, la caricia de Itachi sobre su pecho hizo que Sakura se estremeciera del placer y se olvidase de todo menos del hombre con el que estaba.

–Por favor...

No sabía por qué le rogaba, pero cuando notó los labios y la lengua de Itachi en su pecho sintió que estallaba de placer. Itachi pasó al otro pecho y al oírla suspirar rio entre dientes. Entonces, Sakura notó el frío colchón en el que Itachi la estaba tumbando.

Excitada, anhelante, Sakura terminó de desabrocharle la camisa, desesperada por ver su cuerpo desnudo. Itachi la ayudó y se la quitó.

Tenía un cuerpo impresionante y, a pesar de que Sakura sabía que desearlo tanto era peligroso, no pudo evitarlo. No tenía ningún control sobre su cuerpo ni sobre sus sentidos, ni quería tenerlo. Era una prisionera voluntaria de la fiebre que consumía su cuerpo y habría volado hasta el sol si él se lo hubiese pedido.

Itachi volvió a besarla en los labios y le acarició el interior del muslo para después ir subiendo.

Ella dejó escapar un grito ahogado y él le mordisqueó la curva del hombro mientras la acariciaba íntimamente.

–Itachi, por favor...

Él sonrió, le mordisqueó un pecho, pasó la lengua por su erguida cumbre al mismo tiempo que seguía tocándola entre los muslos.

DESIERTO DE TENTACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora