𝗘𝗹 𝗺𝗶𝗹𝗮𝗴𝗿𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗢𝗹𝗶𝗺𝗽𝗼 | Narnia

Cuatro;

" Volver a confiar "

La disputa

La noche había cubierto rápidamente el cielo tras el encuentro de la reina con el Príncipe Caspian. Tras una larga caminata hasta el campamento donde habían decidido reposar los narnianos, el equipo que había salido a la búsqueda del cuerno llegó al claro justo cuando la luna alcanzaba lo más alto del manto negro.

Los halagos hacia Artemis cesaron abruptamente en cuanto los miembros del campamento posaron sus ojos sobre el heredero Telmarino.

La primera criatura en avanzar rápidamente hasta el príncipe fue un fauno. Con el arco tenso, colocó una flecha temblorosa en el pecho del príncipe y solo no la dejó dispararse por la lanza que amenazaba su yugular con su afilada punta, en manos de quién él aún no reconocía como la reina guerrera.

— Darlus — advirtió una de las gacelas por detrás del fauno, esta vez, todas las miradas se colocaron rápidamente sobre la pequeña rubia con la lanza y sus dos acompañantes desconocidos.

— Son la reina Artemis y los viajeros — susurró uno de los centauros por lo bajo.

Ellos, quienes estudiaban las estrellas cuando no estaban en guerra, tenían el presentimiento de que lo que había sido escrito en los astros pasaría algún día.

— ¡Traen a un telmarino con ellos! — preguntó uno de los osos abriendo camino en el círculo.

— ¡Impostores! ¡Él es un telmarino! ¡Asesino! ¡Mentirosos! — se alzaron las voces de los demás narnianos en una queja unánime.

— Él es quien sopló el cuerno — habló Vendaval por detrás de todos, pero su voz fue silenciada por las demás voces que se alzaban enfurecidas por las injusticias que habían sido cometidas.

— ¡Lo único que ese cuerno prueba es que una vez más su gente ha robado algo que nos pertenece! — reclamó Nikabrik subido sobre una roca, su voz llena de rencor llamando la atención de los demás narnianos, quienes se agarraron de sus palabras para dar pie a sus quejas nuevamente.

— Yo no he robado nada — respondió Caspian, pero los narnianos tenían siglos de razones por las cuales todo telmarino debía ser exterminado.

— ¡¿Qué no has robado nada?! — habló un minotauro, una tonada sarcástica escondida en la gravedad de su voz — ¿Debo mostarles una lista de lo que los Telmarinos nos han quitado?

— ¡Nuestros hogares! ¡...Tierras! ¡Nuestra libertad! ¡Nuestras vidas!

— ¡Ustedes robaron Narnia!

— ¿Me quieren hacer culpable de los crímenes de mi gente? — fue lo que preguntó Caspian.

Por detrás de él, los tres amigos compartieron una mirada peligrosa, los dotes diplomáticos de Caspian aún necesitaban de mucha pulida.

— Culpable y castigable — fue lo que respondió Nikabrik, descendiendo hasta el centro del círculo en donde se encontraba el príncipe acusado.

— ¡JA! — se escuchó la voz de Reepicheep por sobre el barullo, también descendiendo con su espada en manos — Que descarado viniendo de ti, enano ¿Ya has olvidado que fue tu pueblo el que peleó junto a la Bruja Blanca?

— Y con gusto lo haría de nuevo, si nos ayuda a deshacernos de estos bárbaros.

— ¡Entonces es bueno que no está en tu poder traerla de vuelta! — esta vez se entrometió Buscatrufas, el tejón — ¿O acaso ahora estás sugiriendo que le pidamos al chico que vaya contra las enseñanzas de Aslan?