Nueve;

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"El elixir de la vida"
Final de batalla

Era muy extraño ver a Peter estrechando la mano de Aslan, no por lo que veía Lucy, si no que ver a un León más grande de lo normal con ese tipo de porte de negocios era raro.

- Edmund lo hizo todo, Aslan - explicó Peter en ese momento - Nos habrían arrasado si no hubiera sido por él. Se abrió camino a través de tres ogros hacia ella, y cuando la alcanzó, tuvo el buen sentido de apuntar con su espada hacia la vara y la hizo pedazos, en lugar de tratar de atacarla a ella. Esa fue la equivocación que cometieron los demás. Ahí comenzamos a tener algunas oportunidades pero Edmund está terriblemente herido. Debemos ir a verlo -

Artemis abrió los ojos como platos cuando recordó que Edmund había caído en la batalla, temía que otra cosa hubiese cambiado y que tal vez los Pevensie no puedan salvar a su hermano, después de todo, no estuvo en el momento en el que Santa Claus arribó, no sabe si Lucy podrá salvarlo o no.

Pero todos sus pensamientos pesimistas se vieron disipados cuando Lucy corrió hacia su hermano con la botellita en sus manos.

Colocó algunas gotas en sus labios y pronto vio como este reaccionaba y volvía a respirar jadeante.

Lucy no esperó y corrió a hacer lo mismo con todos los demás Narnianos.

Peter fue el primero en abrazar a su hermano, seguido de Susan, y luego dejaron a Edmund solo con Artemis.

El muchacho se lanzó a abrazarla lo que sorprendió un poco a la rubia, pero luego lo imitó, estrechándolo con fuerzas.

- Creí que estabas muerta - dijo él en un susurro y ella rió leve -

- Lo estaba - dijo suspirando - estuve muerta por más de cinco minutos - le sonrió y se separó de él, quedando sus rostros a centímetros de distancia -

- Estoy feliz de que estés viva - le susurró su amigo y ella asintió -

- Lo mismo contigo - dijo ella y se levantó estirando su mano para que el la tomara e ir juntos a donde estaban sus hermanos y Aslan -

Corrieron entre risas saludando a todo narniano ya curado que se les cruzaba por el camino. Cuando Artemis vió piezas de narnianos congelados esparcidos en diferentes lugares del suelo, se detuvo e indicó a Edmund que se adelantara para así ella probar su nuevo experimento.

Cerró los ojos, y con las ondas de poder que le correspondían atrajo hacia ella todos los pedazos de narnianos congelados que la Bruja despedazó.

Eran una pila de pedazos de estatuas que hace no más de pocas horas habían sido fieles y leales a Narnia.

Cerró los ojos, y tomando un pedazo se imaginó a todos los demás del animal reuniendose y formando una estructura coherente. Cuando abrió los ojos, la estatua de un águila se formó frente a ella y sonriendo hizo lo mismo con un montón de esculturas más.

Miró hacia sus amigos para contarles la buena noticia, pero se encontraban muy ocupados como para prestarles atención, habían vivido mucho desde que ella había desaparecido del campamento por la noche, y no quería sacarlos de su labor.

Cuando no quedaron más pedazos que reponer, el prado en donde había sido la batalla quedó como el Jardín del castillo de la Bruja Blanca antes de que ellos llegaran.

Entonces, cerró los ojos, y sopló como lo hizo Aslan al primer congelado, que resultaba ser un minotauro.

La luz lo tomó por completo y pronto se maravilló del poder que le concebía la vida.

- ¡Mi reina! ¡Muchas gracias su majestad! ¡Gracias! ¡Gracias! - gritó el minotauro y salió corriendo a la fiesta que estaba siendo la resurrección -

Y si el propósito de Artemis era no alertar a Aslan y a los Pevensie, no se vio logrado. Ellos miraban con fijeza su trabajo, pero no se atrevieron a interrumpir, y al parecer ella no los había notado.

Artemis hizo lo mismo con varias criaturas más, encontrándose con águilas, chitas, centauros, rinocerontes, más minotauros y otras criaturas fantásticas.

Lucy, que la miraba desde un punto del prado, esperando por la comida, se acercó a Susan y le preguntó con curiosidad.

- ¿Sabrá Edmund lo que Aslan y Artemis hicieron por él? - Susan se tensó en su lugar y negó con la cabeza -

- No, por supuesto que no - dijo Susan segura, para luego mirar a su hermana - Y es mejor que no lo sepa -

- ¿Por qué? - preguntó Lucy y Susan suspiró -

- Imaginate la culpa que sentirías tu si fuese tu caso - dijo su hermana mayor y Lucy asintió - Sería espantoso para él -

- Igual creo que debería saberlo - susurró Lucy antes de que la comida fuera depositada frente a ella -

Esa noche, durmieron en donde estaban, sin miedo a nada, no había ya ningún peligro. Artemis estaba tranquila, al final, casi todo lo que esperaba había sucedido, todo estaba bien.

Al día siguiente partieron hacia el oriente, bajaron por el lado del gran río, hacia el castillo de Cair Paravel. Y al otro día del otro día, llegaron a la desembocadura, a su destino.

El castillo sobresalía, y los cinco niños miraron maravillados la estructura del mismo y como se alzaba ante la estructura ante ellos.

Era una vista hermosa, una playa extensa, con arenales, rocas, pequeños charcos de agua salada, algas marinas, el olor del mar y largas millas de olas verdes azuladas, que rompían en la playa por siempre jamás.

El sonido de ello, las gaviotas y su insaciable grito, o tal vez debamos llamarlo canto, la felicidad de los Narnianos, todo era tranquilidad y gozo. ¿Cómo olvidar un momento así? Quedaría grabado en sus memorias hasta el fin de su historia.

Esa tarde, los cinco niños se quitaron los zapatos y se arremangaron las ropas para jugar en el mar y en la arena.

Mientras, dentro del castillo, se preparaba una coronación demasiado importante para el futuro de los reyes y las reinas que habitarían en Narnia hasta que sus tiempos de reinado acabasen.

Cair Paravel, hogar de los reyes y reinas de antaño.

𝗘𝗹 𝗺𝗶𝗹𝗮𝗴𝗿𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗢𝗹𝗶𝗺𝗽𝗼 | NarniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora