— ¿Son esas todas las cajas? — Preguntó Kim y se sentó en uno de los bancos del patio de la nueva casa.
Jeon asintió y tomó dos latas de refresco frío de una de las heladeras que tenían, luego se sentó a su lado y le entregó una de estas.
— Sí, solo queda una dentro del auto con pertenencias de ... Taehyung. — Respondió entonces y suspiró — ¿Sabes algo de él?
— Solo sé que tiene un celular nuevo y que se a cambio al estudio de arte. — Abrió la lata de refresco.
— Han pasado tres semanas... — Jeon lo miró y el contrario supo que su amigo aún se culpaba por lo que había pasado esa vez.
— Solo tenemos que darle espacio, hemos roto su confianza y recuperarla llevará tiempo. — Kim sonrió para relajarlo.
Hace unos años, cuando pudo unirse a Jungkook y Taehyung para formar una amistad, instantáneamente supo que esos dos eran la mejor mitad del otro.
Se cuidaban y acompañaban en todo momento sea cual sea el problema.
Cosa que le había costado mucho, hasta que pudo aprender a formar su propia relación con cada uno de ellos. Sabía que él era el mayor y que su trabajo en el grupo era protegerlos aunque a veces no se notara mucho.
Recordó cuando Jungkook descubrió que él y Taehyung eran homosexuales fuera del armario. Había sido capas de no hablarles durante unos largos meses.
En ese momento pude volver a experimentar lo que es para una persona, quien amas, se vaya de tu vida.
Sabiendo que su dolor no se comparaba con el de Taehyung, quien lloraba todas las noches por perder a su amigo.
Hasta que bueno, un día el azabache llamó a nuestra puerta entre sollozos y gritos, diciendo que nos necesitaba con él y que éramos los únicos que podíamos sacarlo de su maldita pesadilla.
Eso, nos había sorprendido.
Con mucho gusto lo consolamos, mientras nos contaba hasta el más mínimo detalle de lo que un 15 de noviembre por la tarde dos hijos de puta habían echo de su mundo un sufrimiento constante.
Los padres de Jungkook antes de conocernos fueron los únicos que pudieron tranquilizarlo los días en que se despertaba molesto y asustado por las cosas malas que jugaban en su cabeza. Era necesario recordarle que estaba a salvo en casa y que nadie más volvería a hacerle daño.
Es por eso que esa misma noche cuando Jeon llegó a nuestra puerta supimos entender lo que cargaba sobre sus hombros y lo difícil que había sido para él volver a ser quien era antes.
Además de eso, destacó algo peculiar. El aroma a chocolate que normalmente trae Taehyung y el mío a frutos del bosque, provocó un efecto que pudo calmar su ansiedad en cuestión de segundos.
Entonces supimos, que Jungkook por dentro estaba demasiado roto como para permitir que lo volvieran a romper.
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