— Ni pienses que voy a meterme en ese baño contigo para que las enfermeras no nos atrapen bebiendo. — Dijo en un tono molesto, mientras se acomodaba con cuidado sobre su camilla.
Por qué si, Park le había dicho que tendrían que tomar y comer los snacks dentro del baño que aquella habitación les otorgaba por precaución a que algún o alguna enfermera llegara de imprevisto.
Hasta se había tomando el tiempo de poner algunas frazadas y cojines dentro del pequeño bao para que fuera más cómodo, pero ahora Jeon se negaba rotundamente.
— Deja de quejarte y entra o me beberé todo por mi cuenta. — Lo amenazo.
— Te e dicho que no, joder, entra tu solo si quieres. — Este rodó los ojos y le dio la espalda.
Jimin se quedó callado y luego de unos minutos asintió entrando al baño lentamente. Apenas cerró la puerta detrás de él, la lagrimas comenzaron a desbordar.
Abrió la primera botella de seis y un paquete de frituras, sentándose sobre el suelo mientras se hundía en sus lágrimas.
Mentiría si dijera que no le dolía el rechazo del azabache, mentiría si dijera que estaba bien, mentiría si dijera que cada vez que le hablaba al azabache no tenía inseguridad y mentiría si dijera que no estaba profundamente enamorado.
Pero no, la vida era injusta y su corazón le había jugado una mala pasada al enamorarse de alguien que seguramente nunca llegase a fijarse en el.
Pensó que habían echo un avance durante esos días, pero todo se echaba por la borda cada vez que Jeon le recordaba su asco y rechazó hacia las personas como él.
Odio por un momento a Taehyung y Seokjin, por no poder ser ellos. Ellos también eran homosexuales, pero recibían el amor y el cariño del azabache, recibían sus abrazos, sus palabras de aliento y el apoyo incondicional de este.
¿Que mierda tenían de diferente? ¿Que diferencia les veía como para no darles el rechazo que él y sus amigos recibían? ¿Que estaba haciendo mal?
Las botellas comenzaron a vaciarse una tras tras otra. Pasaron minutos, llegaron las horas y los paquetes frituras también habían comenzado a vaciarse ante el dolor que estaba sintiendo el de cabellos negros.
Sus ojos ya estaban rojos e hinchados, sus labios lastimados por ser mordidos para callar los sollozos ruidosos y su mente echa un lió, maldiciendo la hora en la que pensó que podía cambiar al dueño de sus pensamientos.
Tomó un pedazo de cerámica rota y se puso de pie con cuidado, caminando hasta el lavamanos mientras sorbía su nariz y limpiaba sus lágrimas; Odiaba lo que haría.
Prendió el lava manos, dejando mojar una de sus manos bajo el agua totalmente fría y con la otra tomo correctamente aquel pedazo de cerámica rota.
Lo puso sobre su suave y blanca piel, comenzando a rasgarla dolorosamente.
El agua se había vuelto roja.
Se estaba lastimando, sus brazos ahora tendrían cicatrices de por vida y no se borrarían con ningún tipo crema o con ninguno de los mejores cosméticos del mundo. Porque así era la consecuencia, así era la consecuencia de lastimar tu propio cuerpo.
Se alejó de aquel lava manos lleno de agua color roja causada por el y su cuerpo, llenando su brazo de papel para calmar el sangrado que el mismo se había causado.
Volvió a sentarse sobre el ahora frío suelo, mientras cerraba sus ojos poco a poco y dejaba que sigan cayendo las lágrimas.
Había pensado que lastimarse y causarse un dolor físico haría que sus dolores sentimentales desapareciesen aunque sea por un momento, pero no, ahora en vez de tener cinco problemas, estaba seguro que tendría muchos más.
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— ¿Que.. qué haces? — Pregunto el de cabellos negros mientras sentía pasar un mareo sobre su cabeza.
Cuando quiso moverse pudo darse cuenta de que estaba sobre su camilla con vendas en su brazo, su pelo mojado y una muda de ropa nueva.
¿Que carajos había pasado?
— Limpiando tu desastre. — Contesto frío el azabache, tirando a la basura los últimos paquetes de frituras.
— ¿Que su-sucedió? — Pregunto de nuevo con nerviosismo y dirigió su mirada hacia el reloj colgante sobre la pared de la habitación.
Faltaba una hora para la medianoche.
— El enfermero Choi llegó alterado por las botellas que faltaban en el área de descanso, diciendo que sabía que eras tu quien las tomó. Quise cubrirte, pero me amenazo y no me quedo otra que decirle que te encontrabas encerrado en el baño bebiendo. — Dijo con serenidad y miro al de cabellos negros con unos notables ojos rojos — Ahí fue cuando te encontramos tirado sobre el suelo mientras tu brazo se desangraba.
Park se perdió en los ojos del azabache por unos minutos ¿Había llorado? ¿Por que estaba de esa manera?
Jeon volvió a desviar su mirada y caminó con cuidado hasta su camilla para recostarse, dándole la espalda como siempre al de cabello negros.
— Por robar aquellas cervezas y beberlas cuando no se debía no te dejaran salir de la habitación por unos dos días. — Y eso fue lo ultimo que Park pudo escuchar de Jeon en toda la noche.
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