𝐔𝐧𝐨

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Kihyun abrió la puerta y salió a la recepción del banco local en el remoto pueblo de Richmond, Indiana.

Había llevado un mes entero con éxito y hoy era su día de pago. Seguramente terminaría de comprar los electrodomésticos que hacían falta en su departamento con el sueldo y del trabajo de la cafetería, a unas pocas cuadras.

Llevar dos trabajos a medio tiempo parecía una locura pero su instinto de supervivencia era alto.

Kihyun no era precisamente el chico más duro de todo el condado pero si uno que había visto su vida pasar por sus ojos varias veces, exactamente desde que tiene memoria y para sus padres, conociendo quien era su hijo. La preocupación se disiparo al hacerles saber que se iba.

Que viajaría y se haría cargo de su propio trasero. Así fue como llegó a Richmond y tomó el trabajo en la cafetería y luego en el banco local por la loca suma que se le pagaba a un archivista.

— ¿Sucede algo? — Dijo Esther cuando vio que se había detenido demasiado tiempo estudiando un papel dentro de un sobre, en su escritorio.

Kihyun lo tomó y al leerlo frunció el ceño, porque parecía un documento demasiado importante como para haber sido dejado a la ligera sobre su escritorio.

— ¿Te comieron la lengua los ratones?

— No, Esther — Sonrió, llevando sus ojos marrones a los negros y fríos de su supervisora. — Quizás aún hay documentos que debo organizar en mi escritorio

— Todos en la fila te miran, inicia ya niño

Había algo que era fácil de notar y doloroso de admitir. Kihyun tenía familia asiática y era fácil de deducir por su acento que su inglés era forzado. Fácil de exponer su frustrada cultura frente a un grupo de americanos de cabello rubio y ojos azules. A excepción de Esther, claro. Ella al parecer, seguía siendo tan americana como cualquier otra mujer blanca castaña.

Kihyun no. Aún así no es como si importara. Media metro setenta y cinco y tenia una sonrisa llamativas, cabello negro tapando su frente y un rostro diamante, delicado. Su piel no era morena pero tampoco blanca y había algo en como ajustaba su ropa que hacía su cuerpo parecer una bolita de masa.

No, él no tenía complejos sobre él mismo por más que los demás se esforzaran en parecer.

Kihyun tomó asiento en su escritorio, con la mirada de hombres pasados de cuarenta aún en espera a ser atendidos.

Podría ser fácilmente confundido con un cajero por el hecho de su escritorio estar al lado de ellos, aún así. El pago valía la presión y el espacio pequeño laboral. Simplemente no lo medito mucho.

Encendió su computadora de los años 2000  y la pantalla parpadeó, el usual pitido salió del organizador, pero de un segundo para otro la pantalla se quedó azul y luego se apagó.

Kihyun parpadeó.

— Señorito, no puede ser

Vaya.... Esther estaba parlanchina hoy a diferencia del último mes que han estado juntos. Kihyun sonrió de vuelta.

— Quizás se debió soltar el cargador o puede que sea la pantalla porque...

— Aleja las malditas manos de mi ordenador — Acusó. Kihyun seguía buscando motivos para poder prenderla. — Niño ¿no estas escuchándome?

— Creo que es el cable del ordenador en la pantalla, sucedía todo el tiempo en el campus, yo puedo...

— ¡Sal de ahí ¿eres sordo?! — Gritó. Todo cayendo a un silencio incómodo. — ¿Vas a pagarme el equipo o sólo lo estás jodiendo a propósito?

Perfecto Policía [ ShowKi ]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora