Capítulo 5

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                                                                                                    14 de noviembre del 2001, Barcelona.

La noche fue larga para Valeria. Estaba contenta por haber pasado la tarde con su familia, pero el trabajo llamaba a Claudia y tuvo que despedirse de su madre a regañadientes. Marta y su padre se fueron a dormir al terminar la temporada 3. Sin embargo, Valeria estaba tan enganchada a la serie, que pasó la noche en vela sin a penas pestañear. La puerta sonó y bajó las escaleras aturdida, bostezó un par de veces por el camino y abrió la puerta al mismo tiempo que se echaba la melena hacia un lado.

Buenos días, señorita. Discúlpeme por la hora, estoy buscando a una persona. ¿Es aquí donde reside el señor Héctor Hernández?— preguntó observando un papel que contenía el nombre de su padre.

Aquel hombre alto llevaba un traje de policía. Se quedó mirándole de arriba a abajo, extrañada al preguntar por su padre. —¿Por qué un policía iba a querer contactar con su padre a las 6 de la mañana?—se preguntó a sí misma.

Sí, soy yo.—dijo Héctor al otro lado de la puerta bajando las escaleras. —¿Quién es usted y qué hace aquí a esta hora?, ¿ha ocurrido algo?—replicó mirando el reloj que llevaba en su brazo izquierdo, acercándose a la puerta.

Verá, señor Hernández. Soy el agente Patrick, estoy aquí por...

Héctor, llámeme Héctor, por favor.—interrumpió.

Bien, Héctor. Como le iba diciendo, soy el agente Patrick, disculpe la hora, pero estoy aquí por un tema bastante delicado.

El agente Patrick observó el interior de la casa desde el porche de la entrada. Aquel 14 de noviembre era helador, el invierno se adelantó casi un mes y los coches ya estaban cubiertos por pequeñas capas de hielo a temprana hora de la mañana. Héctor, tras darse cuenta de los temblores de aquel agente, decidió ofrecerle pasar.

Pase, por favor. Debe estar congelándose, ¿quiere un café? También puedo ofrecerle un té caliente, si lo prefiere.

No, muchas gracias. Bastante hace dejándome pasar con el frío que hace ahí fuera. Iré al grano, creo que será lo mejor.—contestó bastante serio.— Hemos hallado a una mujer sin vida en una de las calles de Barcelona, cerca del hospital dónde trabaja. Creo que se trata de su mujer y vengo para que me acompañe usted a identificar el cuerpo de la víctima.

Valeria giró la mirada hacia su padre con la esperanza de que le dijese que todo era mentira, que estaba seguro de que se trataba de un error y se solucionaría, pero no lo hizo. Los ojos se le humedecían a medida que iba procesando la información. —Mi madre, mi madre ha muerto—se repetía a sí misma todo el tiempo. Hundida ante sus palabras se dejó caer, puso las manos en el suelo y alzó un grito desconsolado al mismo tiempo que las lágrimas recorrían su rostro hasta impactar contra el suelo. Empezó a notar que le faltaba el aire y le costaba respirar. Minutos después, se despertó en el sofá mientras su hermana pequeña, su padre y aquel hombre al que acababa de conocer, la miraban con cara de preocupación.

Cariño, menos mal que estás bien. No sabes que alegría me das.—dijo su padre abrazándola entre lágrimas. —No me vuelvas a dar esos sustos, casi me da algo al verte inconsciente en el suelo.

Valeria se incorporó sin entender muy bien lo que acababa de ocurrir. Observó a su hermana pequeña, que estaba de pie mirándola sin entender nada. Su padre hizo un gesto de desaprobación.

Quiero asegurarme de que es ella, aún no es el momento Valeria.—dijo tratando de evitar que Valeria dijese algo a su hermana pequeña.

Ella asintió y su padre salió de la casa con el hombre que tanto llanto trajo a su casa a escasas horas de la mañana. Valeria llevó a su hermana a su habitación y se quedó a su lado. Se pasó el tiempo acariciándole el pelo y cantándole la canción que siempre le cantaba su madre cuando era pequeña. En cuestión de minutos la pequeña Marta se durmió y Valeria se tumbó a su lado. Finalmente, se quedó dormida junto a su hermana.

¡Mamá!—gritó con lágrimas en los ojos mientras se levantaba de la cama adormilada y corría hacia la puerta donde se encontraba su madre. —Mamá, no te imaginas lo que acaba de pasar. Un hombre llegó a casa esta mañana. Nos había dicho que te habías muerto. Papá se ha ido con aquel hombre, ¿por qué no ha vuelto contigo?. Me alegro tanto de que por fin estés aquí, pensé que no volvería a verte. Estaba aterrada ante la idea de no volvieses a casa. Te quiero, te quiero mucho mamá. No quiero dejar de abrazarte, por favor, no te vayas nunca más, no nos dejes. Prométemelo.

Valeria, respira. Estoy aquí, hija. No sé que ha pasado, ¿qué dices de un hombre?, ¿dónde está tu padre?.—preguntó Claudia observando el interior de la casa.—Mírame, tranquila Val, no me he ido a ninguna parte. Vamos a despertar a tu hermana y desayunamos. Te quiero, cariño. A ti, a tu hermana y a papá, os quiero muchísimo. Nunca os dejaré, esté donde esté.—sonrió y acarició su cara quitándole las lágrimas.

La puerta de casa sonó y Valeria se despertó con el ruido. Su padre había llegado. Valeria bajó las escaleras corriendo y al ver la cara de su padre, posó las manos sobre su rostro. Todo había sido un sueño. Un sueño que, al ver la tristeza que traía su padre consigo, jamás podrá cumplir. Sin darse cuenta, aquel hombre y aquella terrible noticia cambió por completo la vida de aquella familia. Sobre todo, la vida de Valeria.

Bajo el agua heladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora