La brisa me golpea, las pequeñas partículas de polvo quedan suspendidas en mi suéter arrugado mientras mis ojos se pierden en el azulado cielo que tengo frente a mí. Tirada, temblando de angustia, tratando de contenerme para no seguir explotando como hace segundos, me quedo ahí tal vez un segundo, una hora o casi todo el día, importándome poco que el sol traspase sus rayos por mi piel morena. Era un día seco, casi desértico como lo está siendo cada año, pero la humedad en mi cara, se sintió viva y fue la gota que rebalsó años y años de contención. No fue el vaso quebrado, más bien el silencio mismo, incluso en mi peor momento. No era el mundo, no era la gente culpable, era yo y mi existencia.
De pronto el sol comienza a elevarse para estar cayendo sobre mi frente, sin pudor y luego desaparece como por arte de magia. Alguien oscurece mi mundo, una sombra. Tal vez no hubiera descubierto quien era, sino fuera porque aquel perfume imaginario, ese que selló mi realidad.
—Te dará algo a la piel de tanta exposición al sol —Comentó sin importancia.
—¡Vete al demonio! —Escupí con rabia e impotencia—. Vete a molestar a otra persona, vete de acá.
—Es propiedad de la escuela y mi padre paga esto así que puedo estar donde se me da el antojo —Selló con ese ego estúpido de los hombres.
No era mi mejor momento y no estaba para hablar con él, más cuando las palabras del lunes me rebotan como pelotas saltarinas por la cabeza. Me inmuté a seguirle la estúpida conversación y me levanté deprisa, agarrando mis cosas esparcidas por el suelo y llenas de polvo las metí a la mochila. Corrí hasta la entrada y él se opuso en la puerta.
—¡Sale, estúpido!
—No —Me empujó hacia atrás cuando quise golpearlo para que me dejara pasar—. Sé que fui un idiota y perdón.
—¡Vete a la mierda! —Grité con rabia y mi mochila cayó junto con las cosas al suelo. Tomé mi cabello, tratando de contener las lágrimas, pero no lo logré.
—Lo siento sé que te lastimé...
—¡Tú, ni esta gente de mierda sabe que es lastimar! —Grité a todo pulmón y mi vista se nubló que tuve que caer en el propio suelo—. No saben lastimar, si ya suficientes personas lo han hecho.
Tumbé mi cabeza en el sucio suelo, notando más lagrimas caer y de pronto su cercanía se recostó de igual forma frente a mí. Su cabello azabache tuvo un color distinto al mezclarse con el sucio suelo. Nuestras miradas se cruzaron y después de largo tiempo, abrí mis ojos a la par notando un corte en el pómulo izquierdo, pero me inmuté a decir una palabra.
—No preguntaras que me sucedió —Comentó.
—¿Debería hacerlo? Porque la verdad no me interesa que te suceda —Confesé escupiendo veneno.
—Y yo aquí como un idiota, acompañándote.
—Nadie te entregó una invitación —Le devolví el fastidioso comentario.
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Extraña complicidad
Mystery / ThrillerEl destino tiene una recompensa muy costosa y a veces para llegar a obtenerlo, se debe pagar un precio bastante grande. Leyna, nunca imaginó que, al encontrarse con ese chico en el ático, dispuesto a quitarse la vida, la condenó a un año en que las...