La brisa desde ese techo no fue abrumadora, al contrario, me era grandioso sentir la serenidad que genera. Malcolm, no encontró nada en este mundo que hacerme barrer el techo que ha apenas limpio, llega una ola de viento. Mentiré si estoy enfadada porque me mandaron a este lugar, pero me siento bien conmigo misma que con los demás. Estoy consciente de que a ninguna persona le agrado y soy una piedra en el zapato de cualquiera.
Me senté en la orilla del techo al sentir brisa mientras desde lejos veía a todo mundo caminar de un lado hacia el otro. Tomé un largo bocado de aire y miré hacia el piso, contabilizando las faltas, los traspiés que he estado cometiendo las últimas semanas. Ya la cuenta superó lo que años anteriores, soy mi peor versión. Tal vez soy la piedra, tal vez soy yo la mala y no el mundo. Jugué con mis manos, sin siquiera llorar, ¿lagrimas? Aquello no nace con dolor, no brotan por algo ya destruido. Aprendí a que las lágrimas no borran nada, son míseras de debilidad.
—Hola —Escuché su voz por detrás de mi espalda. Su perfume varonil se impregnó en mis fosas nasales como si estuviera en plena primavera—. Te vi en el techo y supe que de aquí no caerías.
Solté una pequeña risa.
—Lo sé —Subí la vista, notándolo de brazos cruzados y lamiéndose el labio inferior—. Lo he intentado.
Regresé mi vista y el sol que quemaba hace mucho, no era lo suficiente. La brisa que entrega estar en la azotea es muy distinta a la que se impregna en los pies en la tierra donde es un calor infernal. Se sentó a mi lado con los mismos pies cayendo en el aire. Noté que comenzó a jugar con sus dedos y entre ellos encontré tres cicatrices recorrer su muñeca. Me sorprendió la manera rápida en ocultarlo.
—Todos poseemos nuestros propios demonios, Leyna —Habló como si nada y luego el silencio nos acompañó. La tranquilidad hasta en el peor de mis casos, lo aleja con un chasquido—. Hoy escuché todo.
—No interesa lo que digan de mí, pues ella no es nada —Me encogí de hombros, tratando de tragarme la mentira que tiré.
—Fingiré creerte y que aquello no te afectó —Murmuró y nuestras miradas se cruzaron. Noté sus ojos con una curiosidad que despertó algo frívolo, como si en ellos encontrara un vacío profundo y oscuro—. Y si te soy sincero, debió hablarte de otra forma y te trató como mierda. Podemos hacer algo para que pague, porque debe pagar, Leyna. Nadie puede hacerte daño, ¿qué cosa mala te gustaría hacerle?
Me sonrió de una forma tan indescifrable que arqué un poco las cejas.
—¿Qué quieres hacer? ¿Anotarla en una libreta y que desaparezca del mundo como por arte de magia? —Se encogió de hombros y negué, bromeando—. Lo único bueno que me sirve sería que no se comportara como una maldita bruja y me tratara bien, pero eso no pasara y tal vez lo que me dijo es verdad —Me sinceré, pero chasqueó su lengua al negarse—. Tal vez lo soy.
—La sociedad es una mierda, además nadie te conoce realmente. Eres como una pintura abstracta —Solté una pequeña risa y él arqueó las cejas—. ¿Qué?
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Extraña complicidad
Mystery / ThrillerEl destino tiene una recompensa muy costosa y a veces para llegar a obtenerlo, se debe pagar un precio bastante grande. Leyna, nunca imaginó que, al encontrarse con ese chico en el ático, dispuesto a quitarse la vida, la condenó a un año en que las...