Esto es paz, es gloriosa tranquilidad.
Después de terminar de limpiar, ver algunas ratas y par de cosas extrañas salidas de películas de terror, Malcom nos regaló unas bebidas y nos regañó con regresar a clases. Faltaban diez minutos por salir así que no cruzaría medio campus por una clase perdida, me dirigí al techo y él me siguió. Nos sentamos en la orilla con nuestros pies tambaleándose en la nada y bebimos el contenido de las latas.
—Herian —Habló luego de beber un trago.
—¿Por qué después de una semana? —Pregunté desconcertada. Es un poco extraño que tardara tanto.
Me dio una mirada fugaz.
—Porque siempre se burlan de mi nombre.
Reí levemente.
—¡pero si es un nombre genial! —Soltó una sonrisa sincera, pero sin ser burlesca—. Ryan, es un animal y los que le siguen el juego también, además tu nombre es bonito, me gusta.
Solté de forma premeditada, arqueé las cejas. Eso fue demasiado extraño e incómodo.
—El tuyo también es bonito —Sonreí sin pensarlo. Tomé un trago grueso de bebida ligera—. Me gusta.
Me atraganté, tosí de pronto y él me golpeó un poco el pecho.
—Al parecer no puedes aguantar un simple cumplido.
—Es ligera —Reclamé con repudio y le indiqué—. Es bebida light, son del asco. Prefiero las originales. Eso de menos azúcar, es una farsa.
—Tienes una mancha en la blusa —Abrí los ojos y con lentitud vi la pequeña mancha oscura—. Cuando la laves, no olvides que la blanca con la de color no van y de paso no ocupes el cloro. No se llevan bien.
—Tomaré eso en cuenta —Resoplé cuando ese reto llegó a mi cabeza—. Aunque no creo que mi familia esté de acuerdo a que ocupe ese electrodoméstico.
El timbre resonó como un eco entre el colegio y sus alrededores.
—Bueno, es hora de irme —Salí del borde del precipicio, justo en el momento en que todo mundo salía de sus salas. Tomé mi mochila tirada en el suelo y le di una mirada rápida. Estaba ahí de nuevo, con la cara puesta en el precipicio—. Ya te lo dije una vez, de ahí no puedes.
—Lo sé.
—Hasta otro día, ladrón —Me despedí con ese modismo militar—. Te veo a las 800.
—Hasta otro día, rara —Arqueó las cejas, pensando—. En verdad eres muy rara.
—Te ganaste la lotería.
Apreté las correas de mi mochila, tiré la lata en uno de los basureros apenas salí del viejo edificio y llegué a la estación más cercana a mi colegio. Joder, casi pierdo el corazón haciéndolo. Esperé el autobús, ese que pagaba con el dinerito que papá me dejaba... No era mucho porque es avaro. Si fuera otra familia tal vez vendría por mí, pero no. Soy la única en ese adorado colegio que no tiene su propio chofer porque el de nosotros, no soportó más las inquietudes de mamá.
ESTÁS LEYENDO
Extraña complicidad
Mystery / ThrillerEl destino tiene una recompensa muy costosa y a veces para llegar a obtenerlo, se debe pagar un precio bastante grande. Leyna, nunca imaginó que, al encontrarse con ese chico en el ático, dispuesto a quitarse la vida, la condenó a un año en que las...