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—No quiero imaginar cómo lo pasaste estando secuestrada por esa tipa—.

No le había prestado atención, cada una de sus palabras me eran indiferentes, en cambio ahora, hablaba de quien amaba y para mí era imperdonable.

Lo pasé bien. ¡Secuestrada me tenías tú, con ella tuve libertad, amor y un hogar! ¡No hables de Laura con esa sucia boca tuya!

—¡No le hagan caso! —se dirigió a su público sonriendo‒ debe estar aún asustada, dejémosla descansar.

Me adentró al lugar más aterrador de la casa y los recuerdos regresaron vivos, golpeándome el alma y cortándome la respiración. Mis ojos recorrieron el dormitorio donde vi a Carlos manoseándome y comencé a temblar. Como si lo hiciera a propósito Katlyn me escoltó hasta el baño, ese donde el desgarró mi inocencia brutalmente, y vi las escenas proyectándose en cada rincón. Di la vuelta para huir de todo y ahí estaba ella, en el umbral, mirándome tranquila, sin intención de sacarme de allí ni ayudarme. Empecé a transpirar y la miré mientras agarraba mi pecho.

Te vas a quedar aquí, para ver ti se te quita la bobería esa— dijo y cerró la puerta a sus espaldas.

Volví a aquellos días por los que tanto había luchado para olvidar, me lancé al suelo intentando proteger mi cabeza de los demonios sobrevolando la habitación, hice una bolita con mi cuerpo y me sacudía de miedo, mi boca se volvió salada entre las lágrimas y la sangre brotando de las mordidas auto infligidas en los labios: estaba asustada y sola. Par de horas después fui sacada de allí y me llevaron hasta el cuarto donde pasaba tiempos felices, ahora convertido en un espacio del terror.

Pasaban los días y cada vez era más difícil, no tenía control sobre los espasmos de mi cuerpo, respiraba de manera irregular, lloraba veintiún horas diarias y dormía tres. Lentamente me apagaba y esa era mi única esperanza.

Intentaste huir de mí, pero mírate, tan dócil—, la voz de Carlos retumbó en mi ser. No quise levantar la mirada, pero lo sentía acercarse. —ahora te tengo aquí y no puedes hacer nada para evitarme, te demostré mi poder y por eso me debes agradecimiento. No lo olvides: eres una asesina y si estás aquí es porque así lo quise—, se agachó y pasó su mano por mi cara —en esta vida todo tiene un precio y tú me vas a pagar el favor—. Agarró mi pelo con fuerza y lo jaló hacia atrás, pasó su lengua por mi boca.

Ponte de rodillas— me ordenó.  —¡Arrodíllate coño!— acaté y él se puso delante de mí, no levanté mis ojos del suelo y vi sus pantalones caer. —mírame—, lo hice y advertí su miembro erecto frente a mi rostro. —ve bien esto, que te lo vas a comer cuando yo quiera, a partir de ahora me obedecerás y no harás nada por evitarlo—. Dijo y clavó su pene en mi garganta.

Al menos una vez a la semana Katlyn venía y me bañaba, perfumaba y vestía bien, luego pasaba Carlos a hacerme pagar por su favor, una vez a la semana yo me sentía asquerosa y quería morir, pero no tenía forma. Durante tres meses hizo de mí su esclava, me filmaba mientras me tocaba, me pegaba, alcoholizaba y drogaba, luego pasaba días sufriendo porque necesitaba más pastillas, pero las botaba frente a mí solo por el gusto de verme agonizar.

En ese tiempo nunca luché por defenderme, pues era mi castigo por ser una asesina. 

Calladita Nunca Fuiste Más Bonita ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora