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DIARIO

«...el amanecer llegó y yo seguía ahí, no sangraba, no lloraba ni tenía lucidez, solo estaba allí.

-¡Párate! -gritó ella y la ignoré.

-¡Qué te pares dije! Te vas a dar un baño, quieras o no-, me empujó, yo era como un espantapájaros.

-¿Vas a ser así? Entonces lo haremos a mi manera!- En el baño comenzó a desvestirme y yo intenté luchar entre gritos fundidos a los "bastas" que espetaba, logró arrancarme toda la ropa y meterme debajo del agua; yo iba poco a poco adentrándome en la realidad: mi padrastro me violó, Katlyn lo vio y no hizo nada. Los pensamientos se amontonaban, salían por mis ojos y no podía detenerlos.

-¡Llorando debería estar yo! ¡Hazme el favor y cállate! Me he pasado toda la vida luchando para darte lo mejor. ¡A ver dime tu! ¿Qué te ha faltado? De todo has tenido, la niña quería pajarito volando y pajarito volando tenía. ¡Pero no, tu no viste nunca eso! Malagradecida igualita a su padre. Fíjate -agarró mi mentón -jamás imaginé esto. ¿Tirártele arriba al marido de tu madre? Tenía que haberme reventado coño. Estoy arrepentida de parirte chica, nada más traes desgracia y dolor de cabeza-, me soltó -Atiéndeme- caminaba pasándose la mano por el pelo y señalándome con la otra -ese es mi marido y ni tu ni nadie lo va a alejar, no te quiero ver ni dándole los buenos días. Vístete, anda. Voy con Carlos para las tiendas, ya no puedo más con este teatro-. Terminó de decir y se fue de allí. Poniéndome la ropa vi mi reflejo en el espejo: aborrecía todo en él, no quería seguir existiendo.

Corriendo fui y abrí una por una las gavetas hasta encontrar la tijera, me solté el pelo y mechón tras mechón lo fui cortando, dejando casi todo desparramado en el suelo. Volví a mirarme y seguía detestando cada cosa en mí, nada había cambiado. Era una tortura y ya no tenia deseos de seguir enfrentándola, en un segundo descubrí cual era la salida para este infierno. Pero al sentir tanto odio ya no quedaba ningún retazo de cabalidad en mi ser y era imposible permanecer en silencio. Ya había sido destrozada, no tenía esperanza, pero no podría ser la única que lloró y se culpó, no podía ser la única a quien le marcaron la existencia con el terror. ¡Ellos también lo conocerían en ese último día, ellos también serían miserables! Fui al cuarto y me vestí con el pijama de aquel día cuando todo empezó, busqué una cuchilla dentro de los materiales de la escuela y caminé hasta la sala, ordenada como si nadie viviera allí. Cerré los ojos, respiré profundo; pegué el filo de la navaja a mi muñeca, la presioné y entró como si fuese yo de goma, la hice danzar de forma horizontal hasta hundirse en las venas dejando una línea perfecta, un trazo hermoso coloreado de carmesí. Una gota espesa tocó el piso y como lluvia otras la siguieron diligentes. Reí y miré el techo mientras manchaba el suelo, comencé a sentirme libre, un pequeño halo de felicidad traspasó mi alma y anduve dejando un sendero rojo, atravesé la casa legándole todo el dolor, llegué a la cocina y sucumbí con un último pensamiento:

<<Que bonita escena les regalé>>...

<<Que bonita escena les regalé>>

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Calladita Nunca Fuiste Más Bonita ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora