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Tomé un baño entre sollozos, caminé de un lado al otro tratando de convencerme de su lejanía, pero solo podía sentir sus manos en el cuello y su respiración en mi oído. Entonces vi aquella mochila escondida como siempre, la solución fue concisa: una pastilla a la boca y la vida al carajo. Una carcajada rodeada de paz.

«Que se acabe el mundo, a mí la pinga»

Construí un lugar donde solo cabía yo, nadie podría llegar allí, ni lastimarme.

La renta de ese universo era cara y cuatro meses después lo había perdido todo. Discutía a diario con Laura y a veces la odiaba aun siendo ella la persona más preciada para mí, la amaba con locura y no la quería perder, pero no podía parar.

Eran las nueve de la mañana y yo estaba tirada en el piso con los ojos cerrados y la boca abierta dando un viaje por otra galaxia cuando Laura llegó, la sentí gritar asustada y corrió hacia mí. 

—¡Hay no diosito, no hagas esto! ¡Flaca coño reacciona! —decía sacudiéndome, yo abrí los ojos burlándome de su reacción. Me dio una galleta.

—¡Ya no aguanto más esto, tú vas a ver! —se levantó, se echó a correr conmigo detrás, fue al cuarto y abrió mi gaveta, sacó el bolsito donde tenía unas cuantas pastillas y las cogió.

—Olvídate de esto, sobre mi cadáver volverás a tomarte una—. Dijo agitando el bolso en mi cara

—Laura por favor devuélvemelas— le supliqué, pero no hizo caso y salió de la casa, llegamos al pasillo y allí comenzamos una fuerte discusión.

—Cuando te encontré en la calle aquel día, me recordaste a mí, yo también estuve ahí, pero no tuve a nadie. ¡No sabes por toda la mierda que pasé! Cuando te vi no quise eso para una niña como tú. Eres una de mis personas favoritas en el mundo. ¡Entiende, por favor! Esta basura te está llevando al abismo, vas a terminar muriendo—. Decía llorando.

—¡Si yo quiero morirme es mi problema, no el tuyo! Devuélveme eso—. Se negó y siguió su camino. Yo le fui arriba y empecé a forcejear para quitárselas a la fuerza, iniciamos una pelea, me esquivaba, pero yo volvía a atacar entre gritos.

Bajé las escaleras para alcanzarla y le arrebaté las pastillas, ella estaba inerte en el piso y fue entonces cuando lo noté: la sangre brotaba de su cabeza y cubría todo su cuerpo.

Cuando desperté estaba en un calabozo…»
   
                           FIN

Siento a Adela gritar descontrolada y salgo del mundo de Ámber y regreso al presente, es bastante tarde y voy hasta la puerta a ver.

—¿Qué pasa?—  Pregunta Alejandro preocupado.

¿Ya ha pasado un año?

¿Ya ha pasado un año?

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Calladita Nunca Fuiste Más Bonita ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora