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Hicimos una conexión inmediata, yo la vi como un ángel y ella se vio en mí; también había huido cuando era casi una niña, porque su madre la obligaba a prostituirse. Me dejó quedarme en su casa, fue mi salvadora, sin pedir, ni preguntar nada, extendió su mano hacia mí.

Llevaba un mes allí cuando sugirió que trabajara. Andaba perdida, nunca lo había hecho y no conocía ningún oficio, además estaba escondiéndome, y no podía operar en lugares públicos a plena luz del día. Fuimos a par de bares, pero en ninguno cumplía con los requerimientos básicos, no sabía nada de gastronomía y mi físico no era el mejor, no tenía idea de cómo proceder mientras luchaba con el miedo de ser encontrada. Cada noche las pesadillas torturaban mi mente, me pellizcaba y cortaba los muslos, sufría callada; pero ahora estaba Laura conmigo y siempre aparecía para calmarme.

Había pasado más de un mes y mi mundo ya tenía nombre de mujer. Busqué tanto como pude, pero no encontraba opciones y la responsabilidad de pagar su generosidad estaba haciendo migas en mí. Terminé por escoger como mejor elección trabajar con ella: se lo pedí y esa misma noche ya estaba con un vestido corto y ceñido en uno de los tantos bares de la Habana.

—Lo primero— me instruía —una forma fácil de ganar algún menudo es con los dueños de los locales; ellos te pagan una comisión si estimulas a los clientes a consumir bastante. Entonces tu finge tomar e incita a los hombres a unírsete: siempre pide cerveza, te mantienes con una o dos toda la noche, la escondes y les pides otra, la dejas guardada con el cantinero y sacas la vieja. Entonces esas se las vendes al mismo local mucho más baratas, pero es un dinerito para ti. Necesitas ser activa, bailar, sonreír y divertirte; nadie quiere pasar tiempo con alguien aburrido. Al final de la noche uno de ellos se te acercará, me avisas cuando te hagan alguna propuesta y otra persona lo negociará por ti: tú mantente como si fueses una conquista, pero eso sí, no te beses con ninguno—. Estuvo conmigo todo el tiempo, enseñándome las maneras de sonsacar a los hombres y como predijo; para las tres de la mañana ya había sido "conquistada". Antes de salir recogimos quince cuc en la barra y fuimos al auto para ir a terminar la faena —Coge el dinero por adelantado. ¡Diviértete! Este mismo carro te traerá de vuelta.

Todo el camino fui pensando en mi retorcido destino y hasta donde había sido lanzada:

«Era muy cruel, quizás yo tenía la culpa de todo.»

Enfocaba las lucecitas pasando mientras le sonreía al gordo con más de diez cadenas de oro en el cuello. Llegamos al hospedaje y fui directo al baño a vomitar, estaba asqueada, aunque intentaba pasarlo por alto y luchar para sobrevivir. Regresé desnuda dispuesta a terminar el trabajo. El comenzó a tocarme mientras mi estómago se revolcaba, lo soportaba con valentía hasta que lo vi sin ropa poniéndose el condón: en ese preciso momento como si fuese una avalancha cayeron montones de recuerdos, estaba en aquel baño, y el gordo ahora era esbelto y repugnante: era Carlos de nuevo. Desconsolada empecé a llorar y quizás él se apiadó porque se vistió sin decir nada y se fue.

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Calladita Nunca Fuiste Más Bonita ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora