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—Necesitamos hablar— no sé porque imaginé que manifestaría su preocupación por mí.

—Quiero una explicación para tu actitud de ayer, nos dejaste en ridículo.

—¡Vámonos de aquí! —respondí sin pensarlo mucho. —Vámonos por favor, te lo ruego— le pedí tomándola de las manos con lágrimas asomadas en los ojos.

—¿Te estas escuchando? ¡Estás loca!  Esa es la única explicación para entender por qué tú de pronto quieres regresar a la mala vida.

—¿Mala vida? ¿Por qué mala vida? Porque no tenías un tipo para pagar tus caprichos. Y todo eso a expensas de tu dignidad.

—Mucho cuidado Ámber, no te equivoques y fíjate como tú hablas de mi marido.

—¿Tu marido? Ese es un cochino y un abusador— grité y recibí a cambio un golpe en la cara, solo la miré y me fui a pesar de sus gritos para que regresara. Volví a la cama y esta vez de tanto llorar logré quedarme dormida.

—¡Levántate! —sentí la voz de Carlos y me tiró un cubo de agua helada encima. —¡Apestas!  ¿No quieres bañarte? Entonces lo voy a hacer yo— di un salto y tomé el buda de la mesita.

—Así que le pediste ayuda a tu mamá para irte porque según tú yo soy un abusador. ¡Hipócrita! Si a ti todo esto te gusta, porque yo te dije muy claro que, si decías algo, iba a ser peor y fuiste directo a hablar con tu mamá. 

—¡Da un paso más y te reviento la cabeza, ya no te tengo miedo! —me paré arriba de la cama.

—Mírate toda valiente— dijo mientras se tocaba el miembro erecto y aceleraba el paso, en reacción le tiré el adorno como había prometido, pero él lo esquivó llenando el suelo de pedazos de cristal y cerámica.

—Eres una fiera, eso me excita más, ahora mismo tengo tremendos deseos de metértela hasta desmayarte de placer— decía acercándose cada vez, triturando con los zapatos las astillas esparcidas en el piso. Cuando estuvo cerca comencé a defenderme lanzando golpes por todos lados y acerté al menos uno, también gritaba intentando ser escuchada por Katlyn.

—¡Cállate! —agarró mi pelo bajándome de un tirón de la cama, obligándome a caminar descalza sobre el vidrio. Con cada paso el piso se teñía de carmesí, los fragmentos se enterraban, cortaban y me mutilaban los pies, grité y el tapó mi boca.

—¿Así es cómo me recibes? Acabo de singar con tu mamá, pero solo podía pensar en lo delicioso que se siente estar dentro de ti, tuve un orgasmo pensando en eso y vine, pero si sigues te van a oír y no podré hacerte cositas ricas. ¡Malagradecida! —Me llevó hasta la pared cogida por el cuello, sometiéndome, comenzó a desabotonarse el pantalón.

—Te tengo asco—.  escupí en su cara, él se limpió y sonrió.

—¿Te doy asco? ¡No! Tú no puedes decir eso—. Apretaba cada vez más fuerte, casi no podía respirar. Abrió mis piernas con las de él y metió su dedo, hacía muecas de deleite mientras meneaba la mano con hosquedad. Yo movía la cabeza de un lado al otro para soltarme y fue cuando la vi, parada en el umbral de la entrada, en silencio mirando toda la escena.

—¡Mamá! — dije sin aire. El me soltó casi desmayada, caí al piso y arrastrándome, cortando mis rodillas y manos, llegué hasta sus pies llorando. Aferrada a su albornoz dorado, dejando huellas rojas, empapando de mi dolor su tela, suplicaba su protección. 

—¡Mamá, ayúdame! ¡Sálvame!— le rogaba mientras luchaba por respirar, pero su expresión no cambiaba, seguía en silencio. Bajó su mirada, aunque no reparó en mi desesperación, sino en su arruinado vestido de dormir. Dio un paso hacia atrás haciéndome caer de bruces al suelo.

—Carlos, llevo rato esperándote—. Esas fueron sus palabras antes de dejarme allí tirada, con el alma sangrando. Ese día dejé de tener una madre…»
                        FIN

Despierto asustado y con el pulóver mojado por el sudor. Tuve otra pesadilla, esta vez no veía a mis olvidados padres, ni a mi tía gritándome que no la jodiera más. Hoy soñé con Ámber y la vi llorar.

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Calladita Nunca Fuiste Más Bonita ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora