XVII🍒

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Tomé su mano llevándola hasta la mesa para luego tomar asiento frente a ella, su rostro parece un poco desconcertado

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Tomé su mano llevándola hasta la mesa para luego tomar asiento frente a ella, su rostro parece un poco desconcertado.

—Por favor deja de crear planes que no quiero, no en este momento —detuve su tren de ensueño— tengo tantas cosas que hacer —añado llevando mis manos al aire. Mi lista mental comienza por "buscar un trabajo".

—¿Ah sí? ¿Cómo cuáles? ¿Seguir fornicando con ese juguete o con ese muchacho, acaso? —cuestiona de mala gana depositando su bolso sobre la mesa.

La presencia de brinquitos se había vuelto casi invisible después de el primer freno a los sueños de mamá.

—Karen, es hora de que comiences hacer tu vida y tienes a este chico apuesto esperando por ti, no desperdicies tu tiempo, después estarás vieja y... —comenta bajando un poco el tono de su voz mientras se aproxima— y no podras tener hijos.

—Mamá, por favor entiende de una vez, no quiero eso, tus planes no son los míos, tus sueños de una familia feliz, tampoco lo son. Hay cosas en las que tengo tanto que pensar, tanto que hacer como buscar un nuevo sitio donde vivir y un nuevo trabajo, tener mi propio espacio y tú solo piensas en que esté sujeta a alguien, ¡eso no solucionará mis problemas! —expliqué y ella enarca una ceja como si tratara de conservar su orgullo, como si trata de mantener la razón.

—si estuvieras casada, no tendrías nada de qué preocuparte —murmura con oídos sordos.

Muchas palabras que no son respeto pasan por mi cabeza ante su terquedad. La palma de mi mano sostiene mi frente como carga. —Te amo, pero sabes que... Es suficiente, no me voy a casar y agradecería que no invadas mis decisiones —respondí dando fin al asunto e inmediato me coloque de pie, mis ojos se cerraron con fuerza tratando de no continuar el asunto, pero esa pequeña parte de mí, pide espacio para reencontrarme, cierta cobardía erizo mi piel y con trago fuerte de saliva me arme de valor— no quiero que malinterpretes lo que te pediré —advertí y su mirada se elevó para conectar con mis— podrías... —no dudo, pero, no quiero herirla— podrías regresar a casa, por favor —pedí. Sus labios se entreabrieron por la petición inesperada, mientras sus ojos se estancan en una mezcla de molestia y decepción. —Una vez que vuelva a la normalidad podrás regre... —ella se levantó de su asiento sin dejar que yo terminara mis palabras.

¿Soy una malagradecida?

El rubio que permanece en silencio mantiene su espalda apoyada contra la pared me observa lleno de incomprensión. En esta discusión él solo figura como adorno de decoración.

—Mamá, no me mal entiendas —aclaré siguiendo sus pasos hasta la habitación.

Ella permanece en silencio, va y viene con agilidad recogiendo las pocas prendas que tenía dispersas hasta terminar cerrando su pequeña maleta. Atrapadas en un silencio distante donde ni siquiera se atreve a verme a la cara, ella camina con dirección a la salida. Remordimiento y el sonido de sus tacones bajos es lo último que me quedará de su visita. —Yo —súbitamente se detiene antes de abrir la puerta— Yo siempre he querido lo mejor para ti, siempre querré lo mejor para mi única hija, aún si esto significa separarme de ella, sería capaz de cualquier cosa por ti —confiesa muy por debajo. Mis labios figuran una diminuta sonrisa ante su drama, una lágrima se escapa casi de inmediato y no puedo evitar hundir mi rostro en su hombro para rodearla fuertemente con mis brazos.

—Ay mamá, te amo. No pido que te marches para siempre solo te pido que me des mi propio espacio. Entiéndelo —sosiego dando un paso atrás.

Ella afirma pero su rostro se mantiene serio. —Llámame, y si algo no... —suspira al cambiar la dirección de su mirada— la casa, puedes ir a la casa cuando tú quieras, y quedarte por el tiempo que necesites —pausa bajando la mirada— he considerado venderla, para tal vez comprar algo aquí y estar más cerca de ti pero... También es tu casa hija, tu decides. —Convidó— Cuídate —Se despide estampando un beso en mi mejilla, sin ver hacia atrás avanza hasta llegar al elevador, y justo cuando las puertas están por cerrar sus hombros se derrotan y su mirada se suaviza, dejando así mi conciencia más tranquila para cerrar la puerta y empezar a ordenar mi mundo.

No puedo creer que haya considerado vender la casa de la abuela y dejar atrás todo aquello con lo que ambas crecimos.

Mi privacidad respira tranquila o mejor dicho respiraba tranquila hasta encontrarme sus labios en una línea fina y sus cejas hundidas mientras no despega la mirada de mi.

—¿Estás bien? —es lo único que cuestiona y me limito a asentir con mi cabeza.

—¿Por cuánto tiempo estarás así? —cuestioné su nueva apariencia.

El rubio se encoge de hombros sin dar una respuesta.

—Bueno supongo, que tendremos que hacerlo.

—¿hacerlo? —repite él, sin comprender.

La asistente y el vibrador mágico © | Borrador | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora