~ఌ︎ 𝚂𝚘𝚢 𝚝𝚞 𝚙𝚎𝚛𝚛𝚘.

627 97 8
                                    

—Ugh, esto es asqueroso —la bolsa que sostenía en sus enguantadas manos desprendía un olor que no le envidiaría nada a cangrejo descompuesto. Posiblemente eso era—. Si vas a desertar de la mafia, al menos a cuidarte de antemano. ¡Oi! ¿¡Me estás escuchando?! Estúpida caballa.

Dazai lo miraba con el rostro decaído. Estaba envuelto en una frazada vieja y Chuuya, que estaba acostumbrado a ver si —para él— horrible cara a diario, podía decir que tenía las ojeras más pronunciadas y las mejillas ahuecadas.

—Incluso pensé que acababa de limpiar este lugar hace tres días... Ash, eres tan desordenado.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Dazai.

Estaba en lo cierto, Dazai no era el Dazai que conocía. Ese, el desalmado e ingrato que cometía las peores torturas, no hubiese preguntado algo que sabía de antemano.

—No importa lo que hagas, no volveré a la Port Mafia —soltó, tajante y frío; casi despreciativo—. Si era mi silencio lo que la organización quería hubiera bastado con que me mataras justo cuando me encontraste. ¿Mori-san desea monitorear mis acciones? ¿Qué es lo que quieres de mí?

Chuuya, aprovechando que estaba de espaldas, sonrió con nostalgia.

«¿Qué es lo que quieres de mí?, dices.»

¿Qué se puede querer de la persona que te obligó a unirte a algo por sus propios beneficios?

¿De esa persona que te usó como blanco de bromas constantemente?

¿Que juntos formaban el dúo más peligroso que la historia tuviese constancia?

¿...de tu compañero?

—Bueno... prometí convertirme en tu perro de por vida —Dazai le volteó la cara, como aquel que prefiere no ver los problemas de frente, que prefiere ignorarlos—. Cuando hayas terminado de pensar demasiado, hay agua y comida en el refrigerador. Ve y toma una ducha también, apestas.

¿Y saben qué es lo más difícil?

Seguir tratando a esa persona de manera normal, cuando lo que quieres es golpearlo y gritarle.

Demandarle el por qué te abandonó,por qué te dejó solo en el infierno cuando fue él quien te metió en las llamas.

.

.

.

—«Conviértere en mi perro de por vida», ¿eh? Diciendo eso y luego huyendo; eres realmente el peor tipo de mascota. La próxima vez que nos veamos te pondré una correa de verdad —Dazai dejó de hablar, esperando a que del otro lado de la línea alguien respondiese. Deseaba escuchar su voz, pero no había tenido éxito; en ninguna de los cientos de intentos que se repetía aquello: él hablando en el contestador automático y silencio de respuesta—. Hey, chibi... ¿dónde fuiste?

(...)

Chuuya estaba acostado, con la espalda recostada en unas almohadas. En su mano sostenía su celular. Él miraba a la nada, en espera de que «esa» voz dejase de sonar a través del aparato.

Los ojos le picaron a la par que escuchaba las últimas palabras de aquel día:

... háblame, Chuuya.

El contestador automático se apagó al mismo tiempo que la enfermara designada a él entraba a su habitación.

Ya era hora de colocarle un nuevo suero.

Ya era hora de curar su mal herido cuerpo.

Pero, eso... eso Dazai no lo sabía.

De todos modos, el deber de una mascota es no preocupar a su dueño, ¿verdad?

𝓟𝓲𝓮𝓬𝓮𝓼 |ꨄ︎| 𝐒𝐨𝐮𝐤𝐨𝐤𝐮 |ꨄ︎|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora