L
a impulsiva que está dentro de mí toma las riendas de la situación y, sin controlarme, le corro las manos que sostenían mi cara, me lanzo encima de él, coloco ambas manos alrededor de su bonita cara y lo beso.
Al principio le doy un besito tímido, y observo sus ojos, sorprendidos por mi arrebato. No tengo ni idea de donde salió esto pero prosigo. Decido negarme a la timidez, y mi lado osado se abre paso. Le doy un beso en la punta de la nariz y siento cómo él sonríe. Luego aprisiono su labio inferior con los míos y tiro de él con los dientes. El suelta un gemido casi imperceptible y cierra los ojos, al igual que yo. Él reacciona y su lengua entra mi boca con timidez. Se entrelazan hasta tomar confianza y el beso se vuelve totalmente pasional, cómo si no hubiera mañana. Él se separa de mí para tomar aire, pero cuando alza la mirada hacia mis ojos, que antes estaban observando mis labios, lo veo un poco ruborizado. Yo le sonrío y me lanzo hacia él de nuevo, y él me recibe dichoso.
Luego de que nos quedamos sin aire, nos quedamos abrazados en el suelo del baño. No me había percatado de que, al lanzarme sobre él, habíamos caído al piso. Mi brazo rodea su torso y mi cabeza descansa en su hombro. Él tiene un brazo rodeándome a mí, y el otro detrás de su cabeza. Ambos sonreímos y no dejamos de darnos tiernos y cariñosos besos.
Quedé confusa sobre lo que pasar. ¿Qué acabo de hacer?
— Lo siento.
Me siento una basura por haberlo tratado así.
— ¿Sientes el qué, cariño?
— Siento haberme comportado como una insensible. Por gritarte y por mi arrebato de hace dos segundos. No sé por qué hice eso.
— Julie, no lo lamentes, yo fui el gilipollas al soltar todo eso en el momento y en el lugar inadecuado. Y por lo otro, no tienes por qué sentirlo, ya que los dos lo disfrutamos.
Tiene razón. Sonrío.
— Tú no tienes la culpa, sino yo.
— No, no la tienes.
— Que sí la tengo.
— ¿Otra vez?
— Lo siento.
— De acuerdo
Ambos nos sonreímos y yo, intrépida, le doy unos besos en el cuello. Él ríe y pregunta, media pregunta media risa:
— ¿Qué haces?
— Te lleno de besos el cuello. — le contesto con dos besos de por medio.
— Me encanta.
Levanto la mirada y veo una sonrisa tímida en sus labios. Yo le correspondo.
— Me lo suponía.
Ambos reímos y luego de un silencio para nada incómodo, pregunto:
— ¿Por qué me llamas cariño?
El frunce el ceño, cómo si no entendiera la pregunta.
— ¿No te gusta que te llame así?
No le entra en la cabeza todavía la pregunta. Su ceño se intensifica.
— No, me encanta. Pero me da intriga de dónde haz sacado eso.
Su ceño se relaja y sonríe.
— Soñé que lo decía.
¿Qué? ¿En qué contexto pudo haber usado eso?

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El Error
Ciencia FicciónJulieta vivía cada día igual al siguiente y al anterior, igual al resto de la sociedad, pero ella era diferente a los demás, y lo sabía, pero ni siquiera se lo comentó a sus más allegados por miedo a no ver la luz solar del siguiente día, hasta que...