Capítulo tres

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Dios. Es atractivo, muy atractivo.

Me quedo mirándolo, estupefacta, rogando dentro de mí todo lo que conozca que nadie haya ni visto, ni grabado lo que acaba de ocurrir. Está prohibido este tipo de contacto, cuerpo a cuerpo. Dios, siento que el calor sube por mis mejillas, y si mi mente no falla, un rosa pálido aparece en mi cara muy pálida. Instinto, porque no tengo un espejo en frente.

¡Por favor! ¿Se puede ser más torpe? Me quedo mirándolo lo que parece horas, pero solo transcurren unos segundos.

El chico que tengo en frente mío, sinceramente, es un modelo. Tiene el pelo rubio rojizo alborotado que le queda terriblemente sexy, ojos azules y labios carnosos, que a él le quedan perfectos.

Me ayuda a incorporarme, y noto que está practicando ser policía, porque sus brazos son musculosos y fuertes.

Cuando caí encima de él, tuve los labios a centímetros de los suyos, gracias a la caída. Por favor… jamás sentí algo como esto, es muy… extraña esta sensación. Creo que es una de esas escasas situaciones en la cual me quedo sin palabras en mi diccionario totalmente evolucionado al de los demás.

— Lo siento, fue un error mío esto – le digo, mirándome los dedos. Y no sé por qué, creo que estoy refiriéndome a otra cosa.

— Para mí no es un error. Hola, me llamo Tobías- dice y en ese momento, lo miro a los ojos, que tienen un casi imperceptible brillo, arriba de la sonrisa torcida que me dedica.

— Eh, hola. Mi nombre es Julie – le respondo, aclarándome la garganta dos veces de por medio.

— Me parece que estás un poquito nerviosa. ¿Te encuentras bien? – Dice con su imborrable sonrisa torcida. Dios… mira esa boca… ¡Julie! ¡Compórtate! vuelvo a mirarme los dedos.

— Me parece que debería decir yo eso, ya que yo fui la est…. – CASI, firmas tu muerte, Julieta, CASI. —...despistada – digo lo más rápido posible tratando de esconder mi jodida lingüística avanzada.

— ¿Estúpida? – dice en un susurro apenas oíble – No lo creo. Lo que creo es que encontré una clase de persona bastante parecida a la mía – responde sonriendo.

— ¿Qué? –  lo miro a los ojos frunciendo el ceño. – Te equivocas. Tengo que irme. Adiós, y disculpa por lo ocurrido –  evasiva, me alejo de la hermosura de persona que acabo de cruzarme.

— Adiós, Julie- dice dándose la vuelta y poniendo una sonrisa radiante.

Me subo a la bicicleta y me alejo lo más rápido posible.

¿Qué acaba de ocurrir? ¿Por qué tengo una sonrisa bobalicona clavada en la cara? Dios… Este chico que nunca vi en mi vida, ya sabe que no soy normal. ¡Felicidades Stone! Seguramente ya debe de estar haciendo un informe con los agente por lo ocurrido. Bah, dijo que era igual a mí, y dijo «estúpida». Capaz que mis secretos siguen a salvo. ¿Es él igual a mí?

Ya me imagino lo de mi búsqueda para «el chequeo», la desesperación de mi madre y mi hermano.

Uf, mi hermano. ¿Sería él de confianza? ¿Podría guardar en él mis secretos? No lo creo, la verdad. Él puede ser mi hermano, me puede tener algún aprecio –claro, no se permite más que eso—, bah, el sentimiento es mutuo, solamente que yo siento algo más que aprecio por mi hermano. Cariño, podría decir. Pero claro, solo yo sé que significa «Cariño».

Ahora no se va de mi mente este chico, Tobías. Creo que nunca vi a alguien así. Nadie me llamó la atención como él lo hizo/hace. Seguramente jamás lo volveré a ver, y si lo vuelvo a cruzar, solamente podré ruborizarme al recordar nuestro trágico encuentro. Me descubro sonriendo como una ridícula al pensar en nuestro cruce. ¡Pero qué idiota! Eso te pasa por despistada, Stone, me reprende mi subconsciente.

El ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora