Capítulo dos

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Colores. Veo perfectamente todos los colores. Desapareció mi mareo y mi visión borrosa, y a cambio de eso ahora tengo el poder de ver los colores. La pluma es gran parte de ella amarilla, pero en la punta en donde se ve la despigmentación se ve un intenso rojo que hace que toda la atención se dirija a la fusión de esos dos preciosos colores.

Alejo la vista de la pluma y miro alrededor. Todo es hermosamente colorido. Mi mano es de un color rosado pálido, demasiado pálido, mi remera es de un color rosa claro y mi falda blanca, y mis zapatos son de un color rojo oscuro, tipo bordó. Tomo un mechón de pelo entre mis manos y lo observo. Es de un marrón oscuro, como se ve en los troncos que me rodean. ¡Los árboles! Sus hojas son de un verde oscuro brillante, con alguna que otra ya un poco opacada gracias al cambio de estación. Al lado del banco en donde estoy sentada hay flores ¡Dios! ¡Qué hermoso! Las flores reflejan en sus pétalos una gran variedad de colores. En algunas flores se ve el rosa en su tono más brillante, en otras se ve un celeste igual al que se ve en el cielo, y unos tulipanes naranjas resaltan en todo este conjunto de hermosura. El pasto que hay bajo mis pies es del mismo color que el de las hojas de los árboles, pero un par de tonos más claros. Mi bicicleta es blanca, seguramente por ser dada de la central.

Esto es un error, nadie puede saber esto. No sé qué serían capaz de hacerme si se enteran de esto. Me contaron que hace unos 7 años había un chico que en ese entonces tenía la misma edad que yo, que vivía en la misma manzana en donde vivo, y que le agarró “cierta locura”. Andaba por la calle diciéndole a cada persona que miren lo que Él tenía en la mano, que tenía una manzana. Todos lo miraban frunciendo el ceño, y el insistía en que lo miren. En ese momento de incoherencia pública, llegaron los agentes y se lo llevaron a hacerse un chequeo. Jamás regresó.

Sus padres se enteraron que, aparentemente, El chico cuando llegó a la central se fue directo al edificio de medicina y se clavó un bisturí en el corazón. Dicen que los inteligentes (que en parte algunos de ellos estudia medicina para poder tener dinero, ya que no se necesita a la medicina aquí) trataron de salvarlo, pero que fue en vano. Los padres fueron a verlo esa tarde para así enterrarlo, pero no le vieron cicatriz alguna en el pecho. Dicen que los médicos lo colocaron en el regenerador e hicieron que se regenere lo perdido en la apuñalada, y por eso parece que no tiene nada. “Lo metieron en el regenerador para que se regenere lo perdido en la apuñalada” Aprendan a mentir, estúpidos. Si se le hubiese crecido lo que sea que perdió en su intento de suicidio, estaría vivito y coleando.

Para mí, lo mataron, obviamente: corrompía la perfección del lugar. Seguramente le clavaron una aguja con un suero mortal.  

Estoy caminando un lado para el otro, sin saber qué hacer. Parpadeo repetidas veces, pero el color no se va. No quiero que se vaya, obviamente, pero sería lo correcto. No quiero ser más imperfecta de lo que ya soy.

En un momento dado, aparece un hombre de unos cincuenta y muchos frente a mí. Oh, no… me descubrió, estoy muerta.

— No te asustes niña, no voy a delatarte. —me dice curvando las comisuras de su boca.

— ¿Delatarme de qué? – Le suelto, recelosa.

— Es obvio. No hace falta que me lo escondas a mí. —dice con gesto impasible.

— No sé de qué está hablando.- le respondo devolviéndole el gesto.

— Claro… muy bonita la pluma, ¿No? El rojo lo resalta haciéndolo quedar única— señala a la pluma con la cabeza.

   Me quedo boquiabierta. Dios, el hombre también puede ver los colores.

—¿Usted también puede verlo?- le pregunto, atónita.

—Claro que sí. —dice con una sonrisa en su boca – Vamos, si quieres te lo puedo explicar mejor. Pero tendrás que ir al instituto a justificar que te irás conmigo. Diles que te voy a dar unas clases extra de estrategia policial.

— Perdone, pero ni lo conozco.

— Uf, sí, claro, me llamo Claudio.

Me quedo mirándolo, dudosa de qué hacer.

— Te va a hacer más fácil la situación si dices que vendrás conmigo. Sino tendrás que justificar tu llegada tarde.

— ¿Me esperará aquí?

—Claro, ve y apresúrate.

Salgo de la guarida de árboles con la mochila al hombro y me subo a la bicicleta en cuanto me alejo un poco. Voy lo más rápido posible al instituto.

¿Qué me pasará si me descubren? Veo todo a color, veo tonos rojos, naranjas, verdes, amarillos, morados e incluso plateados. Espera, ¿Cómo diablos es que sé el nombre de cada color? Saludá, Señorita Destreza Lingüística.

 No puedo creer que me esté pasando esto.

Ahora que lo pienso, hay un montón de cosas que no di por sentado que eran defectos que solo yo padezco. Aparte de la personalidad y pensamiento libre. Yo creo que soy la única que posee el poder de sentir. Repito, ¿Cómo es que llegué a saber el nombre de cada color? Jamás lo explicaron en el instituto. Y en el libro que tenía de pequeña solamente explicaba lo que era un color, y creo que solamente nombraba al rojo, pero jamás nombró un listado. ¿Cómo es que sé maldecir? Nadie lo dice, y seguramente nadie lo piensa, porque no pueden mentir. Solo yo me salvé de ser una sin filtro. Y eso también, sólo yo, hasta ahora, puedo usar la mentira. Estoy sospechando que el hombre con el que me crucé tiene los mismos problemas que yo. ¿Habrán más como yo? ¿Estará bien pasar por esto? ¿La central sabrá del hombre o solamente Él vivió escondiendo sus errores? Es muy complicado esto. Y seguramente sólo voy a poder hablar con Él, porque mi familia no podría ayudarme con esto. Ellos me entregarían a los agentes, pensando que volvería normal. Claro, no sabrían que al cabo de unas horas ellos tendrían que ir a la central a despedirme con  flores, para ellos, oscuras.

Ya llegué al instituto, es un alto edificio, muy cercana al centro. Es toda cuadricular, sin detalles ni nada, con una doble puerta en la entrada y varias ventanas medianas, todas iguales. Obviamente, el edificio por fuera es todo blanco e igual al todo. Me pregunto si los importantes verán los colores. Creo que no. Sino ellos también serían un error y un poder mayor los eliminaría del mapa.

Dejo la bicicleta a la entrada y entro al establecimiento. Es todo de madera marrón claro dentro, con porcelanatos marmolados de tonos azulados que componen el piso, y bastantes cuadros coloridos. Es curioso que posean toda esta gama de colores cuando en realidad no pueden apreciarlos.
En el centro del salón se encuentra un mostrador en donde una recepcionista te dice por dónde ir y demás. Al lado izquierdo del salón hay como una docena de sillas alrededor de una mesa, al igual que del lado derecho. Atrás del mostrador, a unos tres metros, se encuentra una extensa biblioteca, en donde desde la entrada se pueden observar nueve pasillos, todos ellos llenos del libros de diferentes contenidos. Me acerco al mostrador mostrando mi mejor cara de despreocupada y explico mi tardanza y pido el cambio de teórico por clase fuera del instituto. La mujer, toda curvilínea, viste una camisa blanca con una americana gris, y sospecho de una falda ancha. Lo que lleva en los pies es simplemente imposible de ver. Lleva la melena rubia platino recogida en un rodete. Se nota su simple maquillaje, brillo casual en los labios incoloro, delineado negro que hace que resalten sus ojos verdes y rímel. Es hermoso ver cómo puedo apreciar más cada detalle de todo. Seguramente ella me ve sin color y aburrida, mientras yo miro todo observando cada tonalidad de color diferente a otra.

— Aquí tiene su consentimiento, Señorita Stone. Acuérdese de volver mañana a horario normal con el consentimiento firmado por el hombre.

— Muchas gracias, Señorita Green.

Salgo tratando de parecer una persona con vista aburrida del edificio, y en cuanto salgo, me tropiezo y caigo de bruces encima de un joven. Mierda.

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