Capítulo ocho

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M

e despierto sobresaltada y bañada en sudor.

Uf, fue un sueño. Un horrible sueño. Miro el despertador y marca las cinco y media de la mañana. Demasiado temprano.

Es la primera vez que sueño tan horrible… Es la primera vez que tengo una pesadilla.

¿Quién era ese tipo? ¿Qué era todo eso? Cosas que jamás vi en mi vida se mostraban en aquel angustioso sueño.

De repente siento la misma desesperación que sentía en aquella ensoñación, y acto reflejo apoyo mi mano en donde debería estar aquel agujero. Lo peor de todo es que en vez del dolor que sentía antes, ahora es remplazado por un leve escocimiento junto a una sensación confusa.

Vacío. Siento unas repentinas ganas de llorar ante tal sensación. Siento un vacío inexplicable, algo que solamente duele, siendo un padecimiento nunca antes sentido.

Básicamente, siento como si alguien mientras dormía me hubiese abierto la caja torácica y me hubiese sacado un pulmón o  algún otro órgano que se encontrara en el pecho, y luego de retirarlo, me hubiese dejado el espacio del órgano vacío y me hubiese cerrado la apertura. Pero aquel vacío quema, o da esa sensación. Siento que me falta el aire, gracias a la angustia. Me levanto a trompicones y me acerco al baño, en donde me lavo la cara, cómo si el agua sacara todo esto.

¿Quién diablos era ese tipo?

Vuelvo a mi cama y me enredo con el edredón. El agujero me escuece siendo casi imperceptible pero a la vez notable. Cierro los ojos con miedo, pero al recordar la imagen de Tobías se me relaja el cuerpo, y al segundo siguiente quedo dormida.

Sueño con cosquillas, papeles y abrazos reconfortantes.

                                                                                      *****

Llevo puesto unos de los vestidos permitidos en Switearld. Es azul, con volados hasta las rodillas y un toque de dorado en forma de cadena en el cuello poco escotado. Acabo de sentarme en el banco de hormigón que hay la guarida que encontré aquella vez antes de conocer a Claudio, nuestro punto de encuentro con Tobías. Todavía no logro recuperarme de la angustia del horrible sueño de anoche. Nunca me ocurrió algo parecido ni nunca vi todas esas cosas que se veían y nombraban, pero siento que lo que soñé no fue sólo una mala noche, sino algo más. No puede ser que mi mente invente toda aquella escena, ya que no heredé de ningún lado la imaginación; el agujero que escuece lenta y dolorosamente en mi pecho no se fue desde las cinco y media de la mañana, que viene acompañado de una hipersensibilidad que hace que llore por cualquier cosa.

Lo bueno del día es que veré a Tobías en unos minutos, y él capa que me ayude en esto. Las ramas de los árboles se empiezan a mover, y no sé por qué, la ilusión y esperanza llenan aquel agujero por unos segundos. Inconscientemente estoy esperando que aparezca aquel hombre que vi por última vez entrando al hospital.

De los árboles sale Tobías con la mirada angustiada, cómo desesperado por encontrarme. Apenas me ve, frunce el ceño cómo si le sorprendiera mi aspecto. Se me queda mirando y sólo soy capaz de pensar  « ¿Tan mal estoy?». Se acerca dando pasos que tienen un metro y medio de separación entre cada uno, y me abraza con tal desesperación que me quedo inmóvil. Me tiene rodeada con sus brazos y su mejilla se apoya en mi pelo, me abraza, y por poco hace que los ojos se me salgan de órbita. Me abraza con tal fuerza que creo que lo hace porque no cree que esté aquí. El agujero pierde cualquier esperanza y se desilusiona de tal manera que el escocimiento vuelve pero quema más que antes. Ese sentimiento me sorprende, debería estar feliz por ver a Tobías, pero él desprende angustia y miedo, así que le rodeo mis brazos en la cintura y le beso el pecho, en forma consolante.

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