Capítulo 6

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Adeline.

No sé cuánto tiempo llevo aquí, él dice que poco tiempo, que tenemos toda una vida juntos. Me da miedo, no sabía que había tantos locos en Zincart, pensé que solo era un pueblo aburrido. Él siempre estuvo ahí, de una manera u otra, siempre fue tan normal.

—Somos muchos—dice mientras pone esmalte en mis uñas—, sabemos reconocernos entre Mounstruos. Hay unas pocas chicas que nos reconocen—sopla su obra—luego están las niñas cómo tú, inocentes en su mundo hasta que llega alguien y les da lo que piden.

¿Cómo los reconoces?—intento que sea mi amigo y tenga piedad de mí, pero hasta ahora no funciona.

Como miran a las personas, sus actitudes y hasta como hablan los delata—se levanta de la cama—.¿Tienes hambre?.

No, estoy bien—sonrío.

Bueno pequeña, debo irme, pero volveré en unas horas—me deja un beso en la frente.

Ahora estoy preparando mi cena, es un salteado de verduras. Aquí no hay cuchillos, con suerte hay tenedores, no hay nada que tenga filo o que me pueda herir. Todo está previamente cortado o asegurado para que yo no pueda tomarlo.

La idea de matarlo es tentadora, pero ¿Cómo?. No sabría salir ni mucho menos volver al pueblo. Dijo que estamos cerca, pero el pueblo más cercano a Zincart está a treinta minutos.

Pasó por mi cabeza la idea de terminar con mi vida, pero él tiene razón, puede decir que estaba embarazada y le creerían. No hay forma de escapar, busqué durante todo el tiempo que estuve aquí alguna manera, algún punto ciego. No lo hay.

—Pequeña—pone sus manos en mis hombros.

—¿Quieres?—pregunto tratando de estar tranquila.

—No, gracias, ya cené—toma asiento en la barra.

Le agrego un poco de salsa de soja.

Marianne. ¿Me estará buscando?, ¿Estarán mis padres preocupados?, ¿Alguien piensa en mi allí fuera?.

—Hoy estuve por el pueblo de nuevo—comenta cortando mis pensamientos—, nadie pregunta. Todos están seguros de que huiste, nadie quiere encontrarte, ni siquiera tu padre—toma un sorbo de jugo que no sé en que momento lo tomó.

Es mentira, o eso quiero creer.

—¿Aún no me creés?—saca mi celular de su bolsillo—ve.

Desbloquea mi celular y no hay notificaciones, las últimas llamadas siguen igual que cuando me fuí. No hay mensajes.

Sé que él pudo haberlos borrado. Pero ¿y si verdaderamente nadie me está buscando?.

—No llores muñequita—me abraza quitando la sartén del fuego.

No me muevo, solo dejo salir unas pocas lágrimas. No respondo a su abrazo pero tampoco lo rechazo. Me da miedo rechazarlo y que me golpeé o reaccione mal.

—Tengo que cenar—susurro.

—No, será mejor que guardemos esto—toma la sartén y la deja dentro del refrigerador.

—Pero...

—Tenemos cosas que hacer pequeña—pasa sus dedos por mis labios, cosa que hace muy seguido.

Toma mi mano y me guía a la habitación, me deja dos prendas en la mano y sale. Un vestido de niña y medias con ¿Volados?.

Me visto con eso y cuando estoy lista, vuelve a entrar, lleva dos coletas en su mano. ¿Qué diablos?.

MarianneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora