Capítulo 18

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Marianne

Yo estoy tiesa viendo todos los golpes y cortes que tiene mi amiga, como su cabello está opaco y como está en los huesos. Su piel pálida, ahora parece transparente.

Ví rojo, otra vez. Él la apuñaló frente a mí, y me llamó débil. Ya no lo soy, lo maté, al monstruo que me transformó en uno. No sé exactamente qué pasó, antes tampoco lo controlaba, una vez me alejé de Erika aprendí como contenerme, siempre se mantenía lejos y eso me ayudaba. Ya no.

Voy a mi habitación ni bien la sedan, mi cuerpo sigue lleno de su sucia sangre. En mi memoria aún perdura cuando con apenas seis años me hacia presenciar todo, como me enseñó a torturar a lo largo de los años, como me enseñó a matar. 

Yo no era así, ¿Saben?. Yo era una niña como cualquier otra en Zincart, soñaba con tener una linda familia, ser libre y feliz. Pero las cosas cambian cuando destruyen tu inocencia y aprendes a disfrutar el dolor.

Verlo hacerle eso a Erika cuando era apenas una niña... Me rompió. Sus gritos aún están en mis sueños, sus jadeos. La primera vez me traumatizo, la segunda miré con atención y la tercera lo disfruté. Él me enseñó como torturar, como disfrutarlo, como enloquecer a tus victimas, me quitó mi humanidad.

Verla colgada de esa cruz, con moretones, cortadas superficiales y quemaduras solo hacen que me regodee. Respirar su miedo, lamer sus lágrimas, sanar sus heridas para luego reabrirlas. Lo disfruto, y lo maldigo.

Recuerdo muy bien la primera vez, tenía once, estaba muy asustada y cometí muchos errores. Con el tiempo fuí limando todos, pero llegaron los trece y decidí alejarme, Erika estaba siendo muy celosa y controladora, sus traumas la manejaban cuando estaba conmigo y yo la dejaba golpearme por el gusto de sentir dolor. La ropas grandes me ayudaban a ocultar los golpes y el velo impedía que vieran mi cara.

Estoy tan ensimismada que cuando siento los pasos de alguien detrás de mi, me lanzo contra la persona dejándola inmovilizada contra una de las paredes. Estoy tan alerta que no reacciono a soltarlo hasta que dice mi nombre.

—Anne.

—Por el mal—suelto el aire y también a él—me asustaste.

—Estabas en tu mundo—enarca una ceja.

Ruedo los ojos y es cuando reacciono de que aún sigo llena de sangre.

—Debo...—señalo mi cuerpo—tu sabes.

—Me debes una explicación—empieza a avanzar a su habitación de nuevo.

—Me debes a mi amiga viva.

En el primer tiempo me encargo de la ropa, me deshago de esta para luego preparar una tina de agua caliente. Me lavo la sangre como si fuese ácido, el agua tornándose totalmente roja, mi cabello es el más afectado, está lleno de cortes irregulares y sangre seca.

No sé cuanto tiempo pasa hasta que por fin salgo de la tina de, ahora, agua fría. Me envuelvo en un albornoz y me siento en mi cama a ver a la nada, mi cabeza debe relajarse, dejar de ver rojo, especialmente. 

Pero el mundo nunca está de mi lado.

La puerta se abre dejando ver a Et con ropa distinta a la que fue y con el pelo goteando. No duda en el momento de tomar la silla del escritorio y sentarse frente a mi.

—Ella está bien.

Dejo salir el aire que no sabía estaba reteniendo tranquila. Ella está bien, lo único que importa en este momento.

—¿Ese es tu secreto?.

—¿Eh?.

—Esa ira contenida...—hace una seña con su mano incitándome a continuar.

MarianneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora