Capítulo 3

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Después de veinte minutos de caminata en este pueblo fantasma me doy cuenta que no hay nadie, no hay fiesta, no hay personas en general. ¡Mierda! ¿Dónde se había metido esta rubia?.

Con desesperación tomo mi celular y marco su número, no contesta. Ni esa, ni ninguna de las siguientes diez. Me encamino a mi casa con la ilusión de que esté allí, tomo el primer taxi que encuentro y pido que me deje en la entrada de Zincart. El tiempo parece no pasar y los kilómetros tampoco.

¿Dónde te metiste Adeline? ¿Por qué ese afán de salir tan rápido del pueblo?. Mejor que estes en la cama para cuando llegue pequeña rubia, porque esta no te la perdono.

Apenas frena el auto salgo disparada a la cabaña, entro sin que se den cuenta y voy a mi habitación. Abro la puerta y... está vacía.

—¡Mierda!—golpeo la cama—no, no, no—tomo mi cabeza entre mis manos y comienzo negar.

Tomo asiento en mi cama y me quedo mirando a la nada durante cinco minutos en los que mi cabeza no deja de maquinar en dónde puede estar, dónde hay una fuga para poder ir por ella dónde sea que esté.

—Vuelve maldita rubia—me levanto y camino de un lado al otro, tanto que siento que el piso bajo mis pies desaparece.

Veo la hora y me sorprende ver que el sol ya salió y casi es la hora de ir al colegio ¡y yo todavía con la ropa de ayer!. Rápidamente me pongo mi uniforme, mi pelo lo coloco en una trenza y me quito cualquier rastro de maquillaje. Salgo lista para preparar el desayuno y no me sorprende ver a mi madre levantada.

—Buenos días Marianne—deja un plato con tortitas frente a mí—¿Emocionada por tu primer día de escuela como mujer?.

—No mucho en realidad, todo seguirá como antes—me encojo de hombros—pero agradezco tu atención.

Comienzo a comer tranquilamente tomando café hasta que se escuchan pasos y voces chillonas.

—¡Mami dile a Sunshine que no puede tener novia!—llega Sienna desesperado.

—Niños, no es correcto tener pareja a su edad, lo saben—sigue revolviendo los huevos en la sartén.

—¿Y por qué Marianne sí puede?—habla indignado Sunshine.

—Porque ella ya es una mujer y puede hacer todo lo que hace mamá—sirve los desayunos de los terremotos—y aquí termina esta conversación.

Desayunamos con tranquilidad como cada mañana y cuando llega el momento de salir casi voy por mi velo pero recordé que ya no lo necesito. Estoy esperando pacientemente a mi padre cuando sale mi mamá y me mirá sorprendida.

—¿Qué haces aún aquí?.

—Estoy esperando a pa...

—Perdón por interrumpirte hija, pero hoy está ocupado, lo mejor sería que vayas sola por hoy. Estoy con algo de prisa, con permiso—pasa por mi lado.

Algo descolocada me encamino a la escuela sintiéndome algo extraña al ya no tener el velo cubriendo mi rostro. El pueblo está igual que cada día, cada quién en sus cosas, saludando educadamente a quién se cruce y todo realmente tranquilo.

Llego al colegio encontrandome con todas las de mi clase con su cara con algo de maquillaje y su uniforme algo más pequeño. ¿O será solo la impresión de ver sus caras sin barreras?.

—Señoritas—llega nuestra titular.

—Buenos días señora María—respondemos al unísono.

—Como sabrán, ya no podemos dejar que compartan tanto con los menores, por lo que van a estar con los demás mayores de la institución—dice pasando unas hojas para todas.

MarianneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora