Capítulo 8

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—Creo que necesitamos hablar—murmura.

—¡Son la una de la madrugada!—susurro/grito.

—Por amor al bien, Marianne, baja la voz—me regaña.

—Erika, es tarde y nos pueden atrapar, fuera—señalo la puerta.

—Es algo serio—se acerca quedando frente a mí—, el padre cree que tu sabes dónde se fué Adeline.

—¿Qué?.

—Están preparando una intervención, no sé cuándo será—toma asiento.

—¿Quién...?.

—Tu padre dijo que estuviste muy rara y cree que es por encubrir a Ade.

—Necesito pensar—murmuro—, gracias por avisarme.

—Nada es gratis—me sonríe—, ya veré como me lo cobraré.

Se vá dejándome sorprendida. Se volvió astuta en estos años alejadas, ni que fueran tantos pero... ya saben la adolescencia cada minuto cuenta.

Voy a dormir aún con mi cabeza a mil. ¿Qué querrá Erika?, ¿Sabré algo de Ade?, ¿Servirá lo que buscamos?. A pesar de todo el cansancio me vence y caigo rendida en la cama.

(***)

Vuelve a ser domingo y con eso nuestra reunión, el día pasa sin inconvenientes. Como cualquier otro, con la excepción de que sé lo que pasará.

Mi familia se alista para ir a la capilla y yo solo opto por ponerme un traje gris claro que disimula todo de mi. Sé como son las intervenciones, estuve en ellas. Hace algunos años se dejó presenciar la más fuerte en la historia del Biencreismo. Era una chica que al igual que yo su amiga había desaparecido y supuestamente fue atrapada huyendo sin explicación, el padre que estaba en aquel tiempo creyó que no era suficiente dejar que se condenara por el mal que hizo (herir a su familia y a la comunidad) sino que también le impuso un castigo físico.

—¿Lista?—se asoma mi madre.

Asiento y salgo encontrándome con lo de siempre con la excepción de que mi padre no volverá hasta el miércoles. En el camino no pasa nada interesante, esquivo a la mayor cantidad de personas posibles pero no puedo pasar por mal aprendida.

La ceremonia es como cualquier otra. Al terminar como no se dio ningún anuncio sobre una intervención me tranquilice, mi madre no parecía nerviosa y Sienna y Sunshine estaban con sus libros. Estamos por cruzar las puertas de salida cuando escucho mi nombre a lo lejos.

—¿Padre?—me detengo.

—Buenas noches—saluda general.—Necesitamos hablar con Marianne—le dice a mi madre—, no te preocupes si no llega esta noche, sabes lo largas que pueden ser estas charlas.

—¿Pasó algo?—se muestra preocupada.

—Solo suposiciones—niega con una sonrisa.

—Está bien—me da un apretón en el brazo—, avisa cuando llegues—sonríe y se va.

El padre Maciel me hace una seña para que volvamos adentro, lo sigo resignada a que tendré un interrogatorio al estilo Zincart, dónde seguro habrán personas juzgando algo que no conocen.

—¿Me harías el favor de ponerte de rodillas?—pregunta una vez llegamos a la parte más cerrada y alejada de la capilla.

Lo hago sintiendo las pequeñas piedras enterrarse en mi piel, mi cara no muestra expresión alguna ya que la tela del pantalón amortigua un poco el dolor. 

—Necesito hacer algunas cosas antes de continuar, sino te molesta—acomoda su saco—, te pido por favor que no te muevas o te vayas. Estoy haciendo esto por el bien de nuestra comunidad, ¿Si?.

MarianneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora