Capítulo 17

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Adeline

Estoy tan enfrascada en luchar contra el mounstro que está encima de mí que no noto el resto del ruido hasta que una voz muy conocida para mi me llama.

—Ade—dice Marianne parada en medio de la puerta detrás de tres hombres más.

De alguna manera es como aire fresco ver su figura realmente y escuchar su voz, siento un dolor punzante en mi costado. Me apuñaló. Me doy cuenta una vez coloco mi mano ahí. La mirada de mi mejor amiga cambia radicalmente, es una cosa que nunca ví antes, su cara de transformó en una de odio.

—Mar...—susurro en medio de lágrimas.

Se lanza contra él con una fuerza sobrehumana, lo quita de encima de mí y una chica de pelo del mismo color del fuego llega a mí intentando parar la sangre, pero estoy tan anonadada viendo como la persona que creí conocer bien está dándole una golpiza de muerte a Guido, el padre de Erika.

—Tendría que haberte quitado la vida una vez pude, igual que con tu hija. Solo que tú no te escaparas de esto—dice ciega de la ira.

Erika Angelina Rossi, la perra que en nuestra adolescencia se encargó de celar todo lo que teníamos. Pero ya la entiendo, por el mounstro que tenía de padre, solo quería un poco de amor y normalidad. Nadie nunca se lo ofreció, todos se lo mezquinaron y así fue su manera de afrontarlo.

¡Lo siento tanto!, nunca imaginé que algo así podría suceder en mis narices y no me daría cuenta.

Los golpes de Marianne contra Guido son certeros, su cara está totalmente inundada en sangre y sus manos están debajo del cuerpo de mi amiga. Está inmovilizado de alguna manera que no entiendo.

—¡No lo hiciste porque aún eres débil!—escupe sangre—¡Nunca pudiste asesinarla!.

No sé en qué momento logró tomar el cuchillo con el que él me apuñaló, pero en su cara se ve la satisfacción de lastimarlo, de herirlo. La misma cara que tenía él al hacérmelo a mí.

Quiere decir que... no, Mar no podría ser cómo él.

—Somos muchos—dice mientras pone esmalte en mis uñas—, sabemos reconocernos entre Mounstruos. Hay unas pocas chicas que nos reconocen—sopla su obra—luego están las niñas cómo tú, inocentes en su mundo hasta que llega alguien y les da lo que piden.

Ella lo sabía, sabía que había mounstruos así, por eso siempre iba conmigo. La única vez que no fue conmigo pasó lo que pasó. Ella sabía que algo así podía suceder por mis deseos, no puedo creerlo. Realmente es un pueblo de locos Zincart.

Clava el cuchillo una y otra vez en su cuerpo inconsciente, su rostro es de placer puro al hacer eso. El torso de él casi totalmente destrozado mientras el resto se esparció por la casa buscando quién sabe qué, la chica que está conmigo no sé cómo logró contener el sangrado.

—¡A la cabaña!—grita—¡Ya!.

Entra a la habitación un chico muy parecido a ella, y abre los ojos como platos al ver a mi amiga en tal estado, la mujer a mi lado parece estar totalmente tranquila ante la situación.

—Ya está muerto—la arranca de encima de él y la abraza.

—¿Ella está bien?—su rostro vuelve a ser el que conozco.

Se separa de él y viene hacia mi lugar, me siento algo adormecida ya que puedo decir que estoy a salvo, o quizá solo sea la pérdida de sangre y falta de alimento. Toma mi cara entre sus manos.

—Vas a estar bien—murmura—, pero necesito que no te duermas ahora.

—Viniste—digo aún atónita.

MarianneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora