Elevador. (Natalia G!P)

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No es que Alba fuera una chica con el carácter más agrio y rencoroso, tampoco es que Natalia fuera la mala del cuento, quien casi había matado a un pobre cachorro. Es sólo que las situaciones y demás variantes habían hecho que las vidas de ambas jovencitas fueran puestas en una especie de ring en el que se terminaban golpeando una y otra vez, en rounds infinitos en donde no había ganador. Después del caso "poodle", por supuesto, ambas siguieron con su vida, sin poder evitar tirarse un poco de ácido cada vez que podían ya que, con la mala suerte que cargaban, también tenían amigos en común que hacían todo para que se llevaran humanamente, obviamente fracasando en el proceso, pero llevándose una sonrisa al rostro ante el constante bullying que ambas se hacían.

Por esos azares del destino y la vida que gustaba jugarles malas pasadas, a las tres de la mañana un sábado, Natalia Lacunza y Alba Reche se encontraron -por primera vez en dos meses esquivándose-­ en el elevador que las llevaría al sexto y séptimo piso, respectivamente.

Quizá si Alba hubiera tenido menos alcohol en las venas habría optado por tomar las escaleras, pero con cuatro cervezas encima -que era demasiado para alguien con su mediocre tolerancia al alcohol­, decidió ahorrarse los siete pisos porque creía que era algo que Lacunza debía hacer, al menos para demostrar un poco de "caballerosidad", o "damallerosidad"; cualesquiera estaba bien, después de todo, era el "ente" más apto para llevar a cabo dicha acción.

Y no era por nada, porque a la señorita Reche no le gustaba entrar en los cotilleos de fin de semana, pero ella sabía algunas cosas que iban y venían circulando como una red sin fronteras desde hace mucho, mucho tiempo atrás. Y no es que le importara, porque realmente Lacunza no le importaba, pero había algo así... Infinitamente pequeño, congruente y tan curioso en su cabeza que de vez en cuando la hacía pensar algunas cosas en cuanto a la chica pelinegra que, para ser sinceros, lucía radiante esa noche en especial.

La leyenda era, o el mito, las habladurías en este caso, que Natalia Lacunza no estaba en el bando correcto. Que ni siquiera estaba en un bando. La primera vez que Alba lo había escuchado, y que recuerda con una fascinante claridad porque se había atragantado con la cerveza de barril que ingería en un minúsculo vaso de vidrio, había sido completamente fuera de contexto. Hablaban del amor y los romances pasajeros, como todas las universitarias cuando no tienen nada mejor que hacer. El tema de "sexo y alcohol" venían por sugerencia y, por supuesto, eran temas que no le molestaban en lo absoluto; pero gracias -o no gracias­ a Taylor, su compañera del curso de biología, se había colado a la plática un pequeño gran secreto que ella no habría imaginado ni en sus más grandes sueños. O pesadillas, porque se trataba de la innombrable Natalia Lacunza.

La anécdota iba en que Natalia era un tanto... distinta -como si no lo supiera de memoria Alba-­, y que sus conquistas iban más al bando de las chicas. Totalmente al bando de las chicas. Hasta ahí, no había nada anormal, pues si bien no le importaba en lo absoluto que Lacunza fuera una lesbiana de clóset -pues se empeñaba en no demostrarlo con esa perfección casi monstruosa y terriblemente sensual­, lo que era raro era lo que vino después de eso. Otra del grupo, África , había dicho algo como "ella tiene un pene", con la misma naturalidad con la que diría "hoy está soleado". Alba se había atragantado con su bebida mientras las demás chicas pasaban a otro tema de conversación tan rápido como habían llegado a las conclusiones acerca de su archirrival más grande de la historia.

Así que cada vez que se veían, Alba no podía -lo juraba-­ evitar mirar hacia abajo, más abajo del vientre de la pelinegra. No era algo que le interesaba, por supuesto, pero era algo que la había, hasta cierto punto, descolocado. Ciertamente, nunca notó nada fuera de lo normal con sus miraditas de un milisegundo, pues Natalia seguía metida en esa burbuja de irracional perfección como si fuera la modelo principal de una colección hipster/indie con un sentido de la moda realmente soberbio y fastuoso.

One Shots // A l b a l i aWhere stories live. Discover now