"Cementerio de animales", cuarta parte: El regreso de John

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"Paul y yo nos conocemos entre sí, en una gran cantidad de formas y niveles que muy pocas personas conocen"

-John Lennon, para una entrevista con Hunter David en 1968.


Su encuentro fue casualidad. O tal vez no. Tal vez ese maldito lugar quería que ellos dos se encontraran, que su existencia siguiera circulando.

Pero ninguno lo supo cuando se conocieron en ese bar de Florida aquella tarde de otoño. Un estadounidense, Louis Creed, conoce al inglés Paul McCartney cuando éste pasaba unas vacaciones en Disneylandia. A pesar de ir disfrazado, las fanáticas lo reconocieron y comenzaron a perseguirlo, por lo que McCartney corrió lo más rápido posible hasta entrar al bar del parque, donde Louis estaba tomando un descanso de su turno de doctor.

Le explicó como pudo la situación, y Louis cerró las cortinas y la puerta con llave. Se sentaron en la mesa y comenzaron las usuales presentaciones. El norteamericano dijo que había empezado a trabajar ahí hace poco, cuando su esposa murió junto a su hijo pequeño. Paul le dio sus condolencias, como caballero educado.

—Simplemente no lo entiendo...Jud dijo que funcionaría. Funcionó con Chuch...

—¿Church?

—El gato de mi hija, Winston Churchill. Lo atropelló un camión.

—Oh...Lo siento.

—Al menos me queda mi pequeña y dulce Ellie... —suspiró—. Ya hablé mucho de mí, ¿Por qué no habla usted ahora?

—Primero quiero pedirle que no me trate de usted —rió—. Segundo... ¿Qué quiere saber?

-Pues... ¿Qué hace en Disneylandia un ex-beatle?

—Bueno...Decían que era el parque más divertido, y necesitaba olvidar el dolor.

 —¿Dolor? ¿Por qué?

—Por estas fechas, hace seis años, mataron a mi mejor amigo.

—John Lennon ¿no es así?

Él asintió con la cabeza.

—¿Qué pasó con el cuerpo?

—¿Perdón?

—¿Qué pasó con el cuerpo de John?

—Emm...Su esposa lo cremó.

 —No eres sincero.

—Claro que lo soy.

—Dime la verdad, Paul...

¿Cómo podía confiar en él? ¡Acababa de conocerlo! Pero algo en sus ojos lo llamaba...Le decía que él era especial.

Así que después de unos minutos lo soltó.

—Lo escondí en el frigorífico de un hotel cerca de aquí.

—Muéstramelo.

Ambos se levantaron y enfilaron el rumbo hacia su destino. Al entrar a la cocina, los trabajadores sólo miraron como esos dos hombres desconocidos seguían avanzando hacia el frigorífico. Paul iba a abrir la puerta, cuando un corpulento hombre con traje de cocina lo detuvo.

—¿Qué crees que haces?

—Tengo algo aquí. Hablé con el dueño para que me dejara guardarlo hace seis años. Pregúntele por Maxwell Vandebilt.

El cocinero frunció el ceño y marcó un número en el teléfono de pared. Volvió después de unos minutos, sin cambiar su expresión seria.

—Pase, apresúrese —abrió la puerta y una nube de aire helado les golpeó el rostro a los dos "intrusos". McCartney avanzó con paso firme, y Louis lo siguió. Esquivaron los grandes trozos de carne que colgaban de vigas en el techo, hasta que llegaron a la pared del fondo. El bajista palpó cuidadosamente la superficie y la desprendió fácilmente. 

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