Love May Kill You

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—¿Cómo pudo pasar esto?—el bajista caminaba de un lado a otro con impaciencia.

—¡Son nuestras novias! ¡Es ilegal lo que hicieron!—exclamó su compañero de ojos azules.

Ambas jóvenes miraron el suelo, avergonzadas. Habían sido descubiertas, y no sabían qué pasaría a partir de entonces.

Todo había comenzado a las diez de la noche de ese día. Paul y Ringo estaban en un bar, bebiendo y conversando. En algún punto McCartney supo que su amigo estaba muy afectado y era de volver a casa.

—Volvamos, Rings.

—No, estoy bien—dijo balbuceando.

—No, no lo estás. Vendrás a mi casa esta noche.

Y así ambos emprendieron el camino a la casa de Paul, que quedaba algo lejos. Cuando llegaron, oyeron murmullos y pequeñas risas provenientes del cuarto de arriba.

—Suena a la voz de Jane...

—Y la de Mo...

Subieron las escaleras con sigilo y abrieron la puerta de golpe. La escena que vieron los dejó en shock: sus parejas estaban en la cama, cubiertas por las sábanas. Sus ropas, desparramadas por la habitación.

—Chicos, esto no es lo que parece... —con la típica excusa quisieron explicar lo ocurrido.

—¡¿Y qué es entonces!? —explotaron de golpe ambos hombres.

—Estamos ensayando para una obra... Verán, Jane hará un papel en una película y tendrá una escena erótica.

—Espera un momento —interrumpió Paul— ¿En una obra o en una película?

En ese instante Jane no aguantó más la tensión y dijo la verdad:

—La amo...Y ella a mí.

Durante unos minutos nadie dijo nada. Tales eran la simpleza y sinceridad de sus palabras que todos quedaron mudos. De pronto Ringo rompió el silencio.

—¿Y qué hay de nosotros? ¿Ya no nos aman?

—No sabía cómo confesarlo, pero amo a Jane mucho más de lo que te he amado a ti.

—Lo entiendo...Con permiso... —salió del cuarto, seguido de Paul.

Ambos bajaron a la cocina, estaban devastados y decidieron acallar su dolor interno tomando más alcohol. Paul sacó un par de botellas de whisky y sirviéndole a su amigo comenzaron a beberlo. Ambos se embriagaron a más no poder, cuando de pronto es su estado les surgió la idea de ir a comer por ahí, dado que les había dado hambre.

A los tumbos se subieron al auto y emprendieron marcha, yendo en zigzag por la calle hasta que se encontraron con su destino. Chocaron de frente contra un camión que estaba estacionado. Del mismo salió una joven de unos 30 años. Usaba un vestido violeta largo hasta los tobillos, su cabello era rizado y dorado y le llegaba hasta los hombros. Sus ojos eran de un color extraño, pero muy llamativo. Era una mezcla entre rojo y amarillo. Salió tambaleándose, el choque la había dejado aturdida pero estaba casi sin un rasguño, cosa contraria de los dos muchachos que iban en el auto. Al ver por la rota ventanilla la sangre que salía de sus cabezas, no dudó en llamar a la ambulancia. Ambos estaban vivos, pero sus vidas corrían grave peligro y no precisamente por el accidente...

—¿Están bien? —preguntaba la bella dama, aunque sin repuestas—. Tranquilos, la ambulancia pronto llegará...pronto llegará —murmuraba constantemente.

Los minutos pasaron, ambos muchachos se despertaron de a poco y creyeron estar en lo que parecía un hospital, aunque algo abandonado ya que las ventanas estaban rotas, abundaban las manchas de humedad y había extrañas pinturas rojas en la pared.

Beatles de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora