Octopus' garden

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  Desde la muerte de George, Ringo sufría episodios de sonambulismo. A mitad de la noche se levantaba de la cama, bajaba las escaleras y salía a la calle. Más de un susto se pegó Bárbara al notar que su esposo no estaba. Así que se colocaba su bata sobre el pijama y salía a buscarlo. A veces lo encontraba en el jardín, con los ojos semi-abiertos dirigidos al cielo estrellado, y otras debía caminar unas cuantas cuadras hasta verlo en un parque cercano. Solía murmurar cosas como "George, te extraño" o "Ya voy, amigo".

Esta última frase preocupaba a Bárbara más que nada. ¿A qué se refería Ringo? ¿Acaso pensaba acabar con su vida para estar con él? ¡No! ¡Era inaceptable! ¡Aún le quedaba mucho por vivir! ¡Apenas tenía 61 años!

Cuando llegaban a la casa volvía a dormir y todo estaba bien. A la mañana siguiente Ringo despertaba sin recordar nada de sus paseos nocturnos, y Bárbara permanecía callada, pensando que así evitaría que los episodios se repitieran.

Pero estaba equivocada.

Y lo que no sospechaba era que los episodios de su esposo eran causados por algo más que solo el recuerdo de su mejor amigo.

Una noche, Ringo se levantó con tanto sigilo que no despertó a su mujer. Eran las tres de la mañana, y ella dormía despreocupada ya que habían pasado varios meses desde el último caso de sonambulismo.

Estaban de vacaciones en una casa con vista al mar...

—Casi llego, Georgie —balbuceaba mientras caminaba. La arena se hundía a medida que sus pies descalzos avanzaban hacia el agua salada.

Estaba fría, pero no se despertó a pesar de eso. Siguió avanzando, mientras el agua cubría sus piernas, luego su torso, luego su cuello...

Cuando estuvo sumergido completamente, despertó. Al darse cuenta de donde estaba, se desesperó y trató de nadar a la superficie, pero unos tentáculos grandes y viscosos aferraron sus piernas y lo jalaron hacia abajo.

Se trataba del aterrador "Zkotchberg", un pulpo de 500 metros que vive en las profundidades del mar del Norte. Tiene el poder de controlar los sueños de la gente a su merced. Los guía al mar para devorarlos en su guarida, que asemeja un jardín gris en lo profundo del mar. Los que han sobrevivido a sus fauces filosas como cuchillos, se pueden contar con los dedos de una mano.

Ringo no fue uno de ellos.

Pero después de todo, ¿no quería estar en el jardín de un pulpo, según su canción?
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Cuento corto como patitas de perro salchicha, pero es lo que hay.

Beatles de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora